Mi verano con la familia Chase fue bastante fructífero. Tres semanas de vacaciones y los diecinueve episodios ventilados, como si hubiera sido escrita y rodada recientemente. No hay que olvidar que, cuando una serie antigua sobrevive a su inmediatez, es que algo tiene. Dieciocho años son muchos, especialmente en televisión, y My So-Called Life aún tiene interés en nuestro contexto. Pero esto ya lo expliqué en agosto, cómo intentaba capturar las inseguridades de la adolescencia con sensibilidad, así que toca expresar otras impresiones del visionado ahora que los estrenos han quedado atrás y hay un huequecito en la página.
Para empezar, hay que advertir a todos aquellos que no la hayan visto y les pique la curiosidad, que no tiene un desenlace que pueda ser considerado como tal. El calmado tono de la serie motivó que la creadora Winnie Holzman no planificara ningún acontecimiento especial y al final no tuvo una segunda temporada que siguiera los pasos de Angela (Claire Danes). Aviso que no pasa nada.
El propósito de la serie era dar voz a la adolescencia y conocer múltiples puntos de vista sin juicios por parte de los guionistas, y estuvo bien que terminara mientras Angela Chase tuviera algo que contar pues, al fin y al cabo, su vida era la mar de normal. El proceso de maduración hubiera sido entretenido de vivir, por supuesto, pero tampoco podía ocurrir de la noche a la mañana y en este aspecto hasta se vislumbraron ciertos signos de cansancio en las últimas entregas.
Como parecían habérseles agotado las disertaciones más o menos arbitrarias, pues al principio las reflexiones solían brotar de acontecimientos aislados y anécdotas, My So-Called Life dio un ligero giro hacia el culebrón, que no le sentaba del todo bien. Da pereza imaginar una segunda temporada donde los arcos principales hubieran sido otra vez la amenaza de infidelidad en el si del matrimonio Chase y los enésimos tira y aflojas entre Jordan y Angela, completamente exprimidos. Como dijo la propia Holzman, fue una serie de adolescentes que acabó en su adolescencia, lo que no pudo ser más apropiado.
Lo que sí nos dejó este drama, en cambio, fueron unos personajes muy entrañables que hicieron del viaje una experiencia muy gratificante. Los cálidos padres de Angela, Ricky, Brian, Rayanne (aunque A. J. Langer fuera especialmente irritante interpretándola) y Sharon, mi favorita, tenían tantas o más aristas que la propia Angela, que a ratos hasta languidecía en comparación. Prueba de ello sería la inclusión del episodio ‘Life of Brian’ en la lista de TV Guide sobre los 100 mejores de la televisión, un capítulo centrado en el mundo interior del empollón de la clase y que sirvió como muestra de talento del guionista Jason Katims y de lo bien que se le da humanizar personajes y hablar de los sentimientos a partir del día a día. Dieciséis años después ganaría un merecidísimo Emmy al Mejor Guión de Drama gracias a Friday Night Lights.
Y el fantástico desarrollo de Ricky Vázquez, que tardó en abordar directamente su homosexualidad pero cuyo conflicto siempre estuvo latente y avanzó en cada episodio, demostró hasta qué punto My So-Called Life era una obra adulta en su tratamiento. Esto la pudo elevar por encima del resto pero, al igual que le ocurrió a FNL años después, hizo que fuera imposible venderla al gran público. Pero es una anécdota histórica muy recomendable y ahora también una obra fundamental para los adoradores de Claire Danes, que es la última moda.
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