Alicia Florrick últimamente no se prodiga en exceso por este blog pero esto no significa que no esté constantemente en mis pensamientos. En su segundo año hizo creer a algunos que sería una serie de arcos de temporada rígidos con puntos de inflexión evidentes, como cuando íbamos descubriendo poco a poco el pasado de Kalinda, que era deshojado como un misterio. Pero el matrimonio King prefirió hacer confluir las tramas, que fueran todas en la dirección que creyeron verosímiles y, si al final acaban chocando unas con otras, bienvenidas sean. (Podéis imaginar que, a partir de aquí, habrá spoilers de lo que llevamos de temporada.)
Del “¿Kalinda, qué has hecho?” aún no sabemos nada, por ejemplo. El marido entró por la puerta grande como la resolución al gran cliffhanger de la temporada pasada, creíamos que se iría por la trasera al leer a los creadores de The Good Wife reconocer que no había cuajado su plan inicial y al final se fue con un silencio ensordecedor. No todas las historias se retoman en la vida de Alicia Florrick pero Cary Agos no recibió una paliza para nada y la pregunta, si bien fue hasta cierto punto inquietante, puede significar absolutamente cualquier cosa. Kalinda para defender a los suyos haría lo que fuera, aunque después amenace con irse si no le suben el sueldo un 5%. A la Khalessi, los honorarios que le tocan. Y, por cierto, curiosa decisión la de los King. Nos abandonan por Navidad con una duda y regresan sin darnos explicaciones. Tiempo al tiempo y que la historia respire. Por cosas así admiro esta serie.
Esta semana, sin embargo, los tiros no han ido por aquí. El debate entre los seguidores está siendo si finalmente Alicia ha cruzado al lado oscuro de la fuerza, si por fin ha perdido cualquier atisbo de inocencia. La oferta de Will y Diane era tan atractiva como sospechosa. No era necesario estudiar derecho y trabajar en un exclusivo bufete de Chicago para saber que le tocaría contribuir económicamente y que, por lo tanto, posiblemente era una maniobra que tenía más que ver con la frágil situación económica de la empresa que su estelar carrera legal. Pero, si bien es verdad que Alicia no es la misma que al arranque de la serie, en ningún momento debería ser acusada de mala. Esta progresión hacia la gala benéfica, donde bebe, casi manda a la mierda a Maddie Hayward (la única persona con quien ha bajado la guardia aparte de Kalinda), destroza los planes de Eli Gold declarándose atea y al día siguiente vemos mostrando su disgusto con Diane, demuestra hasta qué punto ha avanzado. Ya no tiene esa mentalidad de mujer obediente y ahora no hay quien la mande callar. Su voz, tantas veces ahogadas por voluntad propia, ya se atreve a arremeter, a ser deslenguada. Y su agradecimiento a todos los socios, más que claudicar, prueba que ya está dispuesta a jugar al mismo juego que los demás. Ser ambiciosa no significa que ya no vaya a ser buena. Como le dice Cary Agos al contable, el derecho es justo dependiendo de cómo lo apliques y las armas de Alicia, de doble filo, dependerán de cómo las aproveche.
La jugada hasta cierto punto sucia de Will y Diane, además, sube un poquito más la barrera entre ella y su antiguo compañero de carrera. Puede que durante un tiempo creyera que The Good Wife había esquivado la relación de ambos para darle más cancha a la carrera de su todavía marido, pero cada vez hay más indicios que es un asunto acabado. Alicia hace tiempo que no piensa en su vida sentimental con el corazón y sí con su cabeza, poniendo en una balanza su futuro profesional, su familia e incluso la tranquilidad que le pueda dar cada uno. Puede que la pregunta que le hizo su madre por Acción de Gracias (este año va de preguntas), sobre si era feliz en su vida con Peter, no pueda responderse categóricamente, pero sí creo que le da una estabilidad que Will jamás podría darle. Y, si bien Alicia se redescubrió como animal sexual con su amante, ahora bien sabe aprovechar todo su potencial en los brazos de su marido. Y esto que se lleva.
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