Ahora sí, ya se puede enmarcar Asylum con un marco bien bonito. Como era una serie de Ryan Murphy, aguanté el aliento hasta el último segundo, por si acaso decidía dar un giro emocional de los suyos, excesivo y sin sentido, pero no fue así. La hermana Jude, Kit y Lana Winters se despidieron y de qué manera, con honores, paso firme y vítores. (Aviso que, a partir de ahora, habrá spoilers. Si alguien todavía no la ha visto y quiere una opinión, aquí está el artículo anterior.)
Posiblemente lo más singular de la propuesta es que sus creadores, Murphy y Brad Falchuck, plantearon semejante saturación de horrores como un relato muy estructurado. Primero, Brad Falchuck más o menos puso un punto y final a Briarcliff con Spilt Milk. Sorprendió, por ejemplo, que el Doctor Arthur Arden se metiera en la incineradora junto con los restos de su querida hermana Mary Eunice. Echo la vista atrás y no hallo ninguna idea más acertada que esta de despedirles, insanamente amable con ellos, como si él no hubiera sido el más peligroso de todos los psicópatas que rondaban el manicomio. Y el declive del Doctor Thredson desde que Lana escapó con un taxi a plena luz del día fue igualmente inesperado. Costaba creer que en ese universo tan enfermo algo pudiera salir bien y la única pregunta que nos quedaba por responder era cómo demonios iban a rellenar los dos episodios que quedaban.
La respuesta vino en dos tandas, primero con un episodio escrito por Ryan Murphy y que no cumplió las expectativas de su autor (las ilusiones de Jude, viendo al ángel de la muerte en su compañera de celda, son la única idea fallida de Asylum), donde nos deparó aún un giro tampoco muy afortunado (Kit y sus dos mujeres en esa situación insostenible, incluso en el loco mundo de Murphy). Pero el desenlace definitivo fue la tierra prometida. Los responsables habían jurado que habría algo parecido a un final feliz y le concedieron este deseo a sus protagonistas, con menos desasosiego que la media de la temporada pero infinitamente más clase. Jude vivió su redención, Kit la felicidad (después de la desgracia y el perdón) y Lana pudo enfrentarse a su mayor temor, el fruto de la violación de manos de un psicópata y despellejador de mujeres. Un duelo anticipado, algo predecible pero coherente y bien rodado. Y que hablen de Jessica Lange porque lo merece, sí, pero Sarah Paulson ha estado radiante, quizá incluso más. Podemos alegrarnos de que Murphy y Falchuck cambiaran de parecer mientras escribían el tramo final de la temporada porque su plan inicial era acabar con el reportaje de Lana Winters cerrando las puertas de Briarcliff para siempre. Una imagen mucho menos potente que el têt-à-têt letal entre una madre y un hijo.
Ahora, si algún día por casualidad escucho Dominique de Jeanine Deckers, cuyo nombre artístico era Soeur Sourire (Hermana Sonrisa) y que en el Reino Unido era más conocida como la Monja Cantante, sonreiré y posiblemente pensaré que algo terrible está a punto de suceder. De tanto sonar en la sala común del psiquiátrico, ya tiene inherentes todas sus propiedades. Me parecerá oscura, turbia y un chiste del demonio, cínica y maligna toda ella. Como la pobre hermana Mary Eunice. Y pensaré, también, en lo excelente que ha sido esta entrega de la antología del terror de Ryan Muprhy. Gracias y a pesar de él mismo.
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