Cuando se juntan el hambre con las ganas de comer, ocurren cosas como The Following. La desesperación de un canal por cosechar un éxito y las ansias del público de encontrar una serie digna de seguir, que le tenga en ascuas semana a semana. Un Perdidos, un Prison Break. La audiencia americana respondió, incluso aumentó ligeramente con su segundo episodio y en las redes sociales más cercanas se instauró la idea que había que verla.
Se suponía, a primeras, que tendría un esquema más propio del cable. Temporadas de no más de quince episodios y una premisa bastante clara. El objetivo de Ryan Hardy (Kevin Bacon) es acabar con la secta de psicópatas de Joe Carroll (James Purefoy). Nadie dice que tuviera que ser fácil pero sí inspiraba algo de confianza. Kevin Williamson está al mando y, si bien tiene de todo en su filmografía (escribió Dawson Crece), sabe de sustos. Sustos clichescos pero que son obra suya, que crearon escuela. Pero la crítica americana no aplaudió automáticamente el esfuerzo. Vieron cuatro episodios y prefirieron desconfiar o más bien descalificar.
La etiqueta que más se le ha puesto es la de Mentres Criminales de segunda. Y, tras ver el segundo capítulo, es muy comprensible. Una cosa fue perseguir a un Joe Carroll fugado de la cárcel y la otra es tenerle bien encerradito y con muy pocos ases escondidos. Quisieron prometer tanto y contaron tanto que en la segunda semana el personaje ya tiene menos interés. Es un amargado entre rejas que, a efectos prácticos, no aporta absolutamente nada. Y el seguimiento de sus discípulos, que tienen un plan entre manos y a quien él moldeó a consciencia, apestan a serie B. A episodio malo de la serie de casos de la CBS. Ni tienen un retrato interesante, ni son verdaderamente inquietantes. Solamente unos rellena-escenas bastante básicos. Si les sumamos los casos semanales de manual y nos creemos a los analistas americanos que han visto los dos próximos capítulos, puede que sea una obra menos intrigante de lo esperado.
De momento, mi impresión es que ha desvelado demasiado sus intenciones. De Joe Carroll, de Ryan Hardy y del pasado de su ex mujer. Una superficialidad muy obvia. Tampoco es necesario que en dos episodios todos sus personajes sean tan kamikazes o que sea tan probable que cualquiera pueda ser discípulo del psicópata que amaba a Edgar Allan Poe. No es temible, es excesivo y es cuestión de tiempo que alguno de los secundarios se desvele como un topo. Y, si bien la nueva detective (que incluyeron en el segundo episodio porque no les debió convencer la del piloto) es un tanto turbia, me gusta la teoría que me contaron por twitter de que en el fondo puede querer estar jugando a ser Clarisse Sterling. ¿Pero este no debería ser el papel de Hardy? ¿O solamente será el alcohólico que se comporta, como hemos visto tantas veces antes, como si no debiera dar explicaciones a nadie y supiera más que todos, siempre demostrando ser mejor que los demás?
Puede que vaya a mejor, sí. Pero es muy tentador presagiar que no va a satisfacer el hambre de aquellos que buscaban una nueva obsesión. Por lo menos mientras no se esfuerce algo más en aportar algo que no hubiéramos visto antes. O contado de una forma original o simplemente mejor. Los flashbacks no son un recurso especialmente revolucionario. Y eso que tenía predisposición a viciarme al enésimo duelo-reto entre un psicópata brillante y un detective obsesionado. Siempre funcionan. O casi. Habrá que ver.
1 comentario:
Dale una oportunidad a The Americans. Pelotazo de piloto!
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