Uno se dedica a defender ‘Teen Wolf’ y después su responsable Jeff Davis nos aparece con semejante bodrio. Porque la tercera temporada no tiene ni excusa ni remedio. Todo aquello que la hizo atractiva durante su segundo año, cuando creí que había subido de nivel, no hizo acto de presencia y quisieron evolucionar por el camino equivocado. Como si hacerla seria, lenta y con falsa solemnidad también la hiciera buena. Y no.
Una banda de hombres lobo alfas y una especie de rito satánico. Había enemigos y, sobre el papel, sonaban bien a pesar de que dos de ellos fueron los gemelos sin gracia de ‘Mujeres Desesperadas’. Un tío bueno es algo más que abdominales y ellos no tenían ni la cara ni la actitud para vendernos que eran temibles y deliciosos (que así es como les trataban el resto de compañeros del instituto). Pero es que ‘Teen Wolf’ se creyó tanto a sí misma que ni tan siquiera fue capaz de tomarse a cachondeo. Ni a estos dos, ni las relaciones de sus personajes. Muy pocas notas de humor para tanta falsa solemnidad y planos de miradas intensas.
Los episodios centrados en casos específicos como el del hotel fueron un rollo. No pudo tener más cámara lenta y menos sentido del ritmo. El problema es que tampoco se centraron en las relaciones de los personajes en ningún momento. Scott y Alice no estaban juntos, se sentían torturados por su separación y todavía no entiendo qué les impedía estar juntos. La típica situación de “los guionistas querían tenerlos separados un tiempo” y ni se tomaron la molestia de buscar una coartada.
Tampoco avanzaron absolutamente nada en las escenas de Lydia, siempre en peligro, siempre con premoniciones e incapaz de reconocer que tenía algún tipo de don, algo innegable y absurdo viendo que su mejor amiga proviene de una familia de cazadores de hombres lobo y está rodeada de estos especimenes cada día. Y Derek con su constante falta de carisma y fingiendo que tenía algún tipo de poder o control. El malo que no era tan malo y que al final simplemente era inútil y vacío por dentro. Metido en un piso muy molón pero cuyos muebles transmiten en todo momento que es un pobre lobo solitario que ha aceptado que su destino es ese. Oh, Derek, en lugar de convertir a adolescentes en tus secuaces mejor cómprate un amigo.
Pero ante tanta frialdad y escenas que no tenían el punto de terror, ni el punto de comicidad, ni el factor entretenimiento de la segunda temporada, todavía hay un defecto peor: la irritante manía de introducir largos discursos que expliquen toda la mitología de la serie. Episodios enteros dedicados a monólogos que cuentan el pasado de los protagonistas, o porqué existen los sacrificios humanos, o porqué Lydia eligió un color de pintalabios y no otro (que podría haber salido porque uno entraba en sopor y ya perdía la concentración).
Como si el trabajo de un guionista no sea que nos enteremos de qué sucede sin que nos pongan un profesor con una pizarra para que aprendamos los detalles. O, si lo hacen, mejor que haya sólo un episodio explicativo y no tres. Y, ya puestos, que hagan que tenga ritmo. Pero eran agujeros de indiferencia, de rollos serenos e intrascendentes. Y ‘Teen Wolf’ ha tenido una temporada insufrible, sólo apta para los que busquen algo soporífero que te lleve a los brazos de Morfeo.
1 comentario:
Yo, mas que el aburrimiento (que a mí no me ha aburrido, esta serie me da justo lo que espero de ella) es el hecho de que no he entendido media temporada.
No se ni por qué pasaban las cosas, ni por qué de repente Deaton tenía una hermana que era druida (si no me equivoco) y demás.
O soy yo muy despistado y lo dijeron pero no me enteré, o lo han contado como el culo
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