‘Utopia’ suscitó algo de interés con su premisa loca. ¿Un cómic que presagia el futuro y que, de haberlo leído, te pondrá en el punto de mira de unos mercenarios sin escrúpulos? Tenía todos los números para convertirse en un pasatiempo ideal para los fans de las series con conceptos llamativos. Encima llegó el estreno y se oficializó su visión estética. Era una pasada.
Todos los aspectos que barajaba la ficción hacían que fuera más moderna imposible. Los colores vivos la hacían atractiva. Había una clara intencionalidad en cada uno de sus planos, lo que no siempre ocurre en televisión (a veces son simplemente funcionales, que también es respetable). El uso de la cámara lenta, en lugar de cutre, era fascinante. ¡Ese cuerpo cayendo a cámara lenta...!
También conseguía ser críptica. Una persona siendo atropellado de forma casi inconexa. Y la violencia y la maldad, si tienen un tratamiento tan visceral como cínico, consiguen ser muy molonas (que se lo digan a Tarantino o a la nueva ‘Fargo’). La tortura ocular de Wilson Wilson probablemente jamás desaparecerá de mi mente porque como espectador esperaba una elipsis mayor. Y el plano del psicópata Arby entrando en una escuela era tan perturbador como arriesgado. Hay cosas con las que no se juega y que, si juegas con ellas y te sale bien la jugada, te harán todavía más molón.
Pero ‘Utopia’ también fue el típico ejemplo de serie que fue de más a menos. Una vez mostró sus cartas, incluyendo la maravillosa y distinta banda sonora de Cristobal Tapia de Veer, reveló que, cuanto más sabíamos, menos interesante sería. El problema de poner la directa y no tener un argumento que siempre vaya a 220 por hora y que, en realidad, quiten interés al misterio. Esta es la triste realidad de muchas series high-concept.
Y ahora que ha llegado su segunda temporada, mi primera impresión es si era necesaria. ¿Lo mejor (su concepción estética) no nos lo había dado ya? Incluso el truco de instalarnos en el pasado, cuando Jessica Hyde todavía era niña, se antoja como un recurso para alargar lo inevitable. A estas alturas, no hay explicación que me interese porque ni tengo preguntas. La historia está quemada.
‘Utopia’ es una de esas obras que, si la hubieran hecho película, hubiese sido mejor. Se hubiese podido permitir ser dirigida por la trama y deslumbrarnos con su apuesta visual y musical. Pero el largo recorrido sólo la hiere y, si bien siempre será molona, sacarle punta sólo hará que luzcan más los defectos.
Todos los aspectos que barajaba la ficción hacían que fuera más moderna imposible. Los colores vivos la hacían atractiva. Había una clara intencionalidad en cada uno de sus planos, lo que no siempre ocurre en televisión (a veces son simplemente funcionales, que también es respetable). El uso de la cámara lenta, en lugar de cutre, era fascinante. ¡Ese cuerpo cayendo a cámara lenta...!
También conseguía ser críptica. Una persona siendo atropellado de forma casi inconexa. Y la violencia y la maldad, si tienen un tratamiento tan visceral como cínico, consiguen ser muy molonas (que se lo digan a Tarantino o a la nueva ‘Fargo’). La tortura ocular de Wilson Wilson probablemente jamás desaparecerá de mi mente porque como espectador esperaba una elipsis mayor. Y el plano del psicópata Arby entrando en una escuela era tan perturbador como arriesgado. Hay cosas con las que no se juega y que, si juegas con ellas y te sale bien la jugada, te harán todavía más molón.
Pero ‘Utopia’ también fue el típico ejemplo de serie que fue de más a menos. Una vez mostró sus cartas, incluyendo la maravillosa y distinta banda sonora de Cristobal Tapia de Veer, reveló que, cuanto más sabíamos, menos interesante sería. El problema de poner la directa y no tener un argumento que siempre vaya a 220 por hora y que, en realidad, quiten interés al misterio. Esta es la triste realidad de muchas series high-concept.
Y ahora que ha llegado su segunda temporada, mi primera impresión es si era necesaria. ¿Lo mejor (su concepción estética) no nos lo había dado ya? Incluso el truco de instalarnos en el pasado, cuando Jessica Hyde todavía era niña, se antoja como un recurso para alargar lo inevitable. A estas alturas, no hay explicación que me interese porque ni tengo preguntas. La historia está quemada.
‘Utopia’ es una de esas obras que, si la hubieran hecho película, hubiese sido mejor. Se hubiese podido permitir ser dirigida por la trama y deslumbrarnos con su apuesta visual y musical. Pero el largo recorrido sólo la hiere y, si bien siempre será molona, sacarle punta sólo hará que luzcan más los defectos.
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