viernes, 26 de septiembre de 2014

Los villanos de 'Gotham' y otros síntomas de pilotitis

Un proyecto tan ruidoso como ‘Gotham’ tiene unas expectativas muy altas que satisfacer. Es lo que pasa cuando se produce una obra relacionada con una de las sagas más prolíficas y con mejor recepción crítica de los últimos años, el Batman de Christopher Nolan. El año pasado ya tuvimos un caso parecido, el de ‘Marvel’s Agents of SHIELD’ que debía beneficiarse del éxito del universo Marvel en cine. ¿Y qué pasó? Se metió una castaña considerable y se renovó por factores que no tenían tanto que ver con la audiencia (es un producto in-house, cuesta creer que sea cara y diría que hasta imagen).

El reto de ‘Gotham’, por lo tanto, era abastecer al público inicial con suficientes elementos interesantes para que quisiera volver. Es una serie donde Bruce Wayne todavía es un niño huérfano y el presupuesto es distinto que el de una superproducción de Hollywood, así que la desilusión podría estar al orden del día. ¿Que esto es evidente para cualquier persona con dos dedos de frente? Cierto. Pero mentalizarse es una cosa y vivir la experiencia otra bien distinta, así que este era el reto.

Esta obsesión por ser apelar a los fans del superhéroe y evocar suficientes ideas potentes, paradójicamente, probablemente es la perdición de ‘Gotham’. Era demasiado tentador enfocar los pósters promocionales con imágenes de Pingüino, Catwoman y hasta Poison Ivy como para dejarlo pasar por alto, pero luego en la ficción se nota demasiado que no es el momento. Se supone que construyen al futuro comisario James Gordon (Ben McKenzie) y estos guiños, nada sutiles, sirven para recordar aquello que ‘Gotham’ nunca será.

Esto no significa que precisamente el Pingüino sea un error. Todo lo contrario. Robin Lord Taylor confecciona un Oswald Cobblepot histriónico e inquietante que ayuda a enmarcar la serie en el universo de Batman. El problema es el exceso de guiños, esa mujer felina que meten con calzador en el asesinato de los Wayne, esa Poison Ivy escondiéndose entre las plantas. Es lo que llamamos pilotitis y que, por quemar estos cartuchos, esperemos que no acabe mordiendo el culo a Jim.

Si vamos más allá de esta sobre-exposición de villanos, el piloto de ‘Gotham’ tiene otro síntoma de pilotitis como es el exceso de información en un episodio. ¿No podían, por ejemplo, capturar al sospechoso en este primer episodio y esperar a la conspiración para el segundo? No es como si la corrupción de ‘Gotham’ fuese un concepto desconocido para el espectador y como si la actitud de Harvey Bullock (Donal Logue) no lo indicase en todo momento.

Y, si exceptuamos estos síntomas, siempre nos queda una dirección por parte de Danny Cannon que no para de dar bandazos. Lo habitual es sentar las bases y aquí no pueden ser más inestables con una fotografía inconstante y unos recursos durante las persecuciones que le dan un aire hasta amateur a ‘Gotham’. Tampoco ayuda que en las escenas más crudas, como estamos en la televisión en abierto, prefieran apartar la cámara. Es bastante molesto sobre todo porque la serie hace énfasis en la sensación de violencia y crueldad de la ciudad, y luego esta visión no se ve plasmada en el metraje.

Por lo tanto, como podéis imaginar, yo me cojo el estreno de ‘Gotham’ con pinzas. ¿Sería fantástico que se convirtiera en una precuela digna? Y tanto. McKenzie, por ejemplo, es el hombre idóneo para interpretar a Jim Gordon. Pero tampoco es cuestión de mentirme y hacerme creer que este piloto no está lleno de defectos y decepciones. Tiene demasiados pocos resultados para tanto potencial.

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