jueves, 16 de junio de 2011

Pienso para gleeks

A veces con ser tú mismo no hay suficiente. Las personalidades interesantes, según Ryan Murphy, son aquellas excéntricas, histriónicas y que sean tan exageradas que a menudo hasta te entren ganas de girarles la cara. Esta es la conclusión, por lo menos, que he sacado tras ver el primer episodio de The Glee Project, el nuevo concurso de talentos donde el premio es conseguir un papel en la serie musical.


El creador de la serie busca gente que, más que ser como es, finja ser algo que no es o que sobreactúen para sobresalir al lado del resto de tus compañeros o que sencillamente sean odiosos. Si no tienes rastas, eres enano, una diva o un nerd, no eres nadie. O por lo menos no eres alguien sobre quien valga la pena escribir. Es una terrible paradoja: para transmitir al público un mensaje sobre la autoaceptación, el derecho a ser uno mismo y que ser diferente no es nada malo, el creador se dedica a juzgar peyorativamente algunas de las personalidades por no ser de su gusto. Por no darle suficiente materia sobre la que trabajar. Juzgan a los chicos, que después no saben cómo corresponder a la imagen que se quieren crear de ellos.


Este es el caso, por ejemplo, de Ellis. Ella es una de los doce concursantes que intenta atraer la mirada de los responsables a base de bailar, cantar, actuar y ser. Y la chica, que sabe que la eligieron por tener 18 años y aparentar 10 (algo que nos recuerdan todo el rato), tiene un gran conflicto: cree tener que actuar también como una niña para atraer la atención, cuando en realidad quieren que haya contraste y que sea muy madura (algo que durante el episodio queda claro que no es el caso). Vamos, un sinsentido. La autoaceptación a partir del cambio para complacer a los demás. Sé tu otro mismo.


Es de mal gusto, también, que todo en el concurso sea tan obvio. Hay una deslenguada que intenta ir de devorahombres y por eso hasta intenta ligar con Darren Criss cuando se presenta a los ensayos; el homosexual (que ya se lo ha descrito como el insufrible cruce entre Mercedes y Kurt) tiene que chillar más fuerte que todos los demás juntos y darlo todo por Lady Gaga; y como no tiene nada de innovador desabrochar los botones de la camisa a un tío bueno, mejor los dejamos a todos con la camisa puesta menos al enano, que todos sabemos que quererse a uno mismo significa mostrar pecho y ligar con la cámara.


Ya sabéis que (casi) siempre he sido crítico con las lecciones de Glee, sus formas y contradicciones, y por lo tanto ya me metería con este formato sólo por intentar falsearlo todo aún más. Pero es que encima el programa es una competición de segunda. Es un reality que no tiene ningún sentido más allá de la convicción de los productores de que los gleeks consumirán cualquier basura que les sirvan y de las ganas del equipo de Glee por salir en televisión. En ningún momento dejan claro qué buscan en los jóvenes y hasta los ensayos están trucados. En lugar de emitir los gorgoritos que soltaron los chicos mientras cantaban, se oye una versión ‘de estudio’ del ensayo. ¿Alguien me puede decir cómo se puede hacer semejante estupidez?


Por suerte, ni medio millón de personas se dignó a ver el estreno, que aunque estuviera en un canal menor como Oxygen esperaba congregar a mucho más público. El interés hacia el universo Glee está decreciendo tras exprimir tanto y tan rápido la gallina de los huevos de oro, que además no ha tenido la misma dedicación en mantener el nivel creativo. Fue muy cansino soportar todo el hype de esta serie, pero puede ser muy divertido seguir su deterioro.

6 comentarios:

Julio C. Piñeiro dijo...

Se ve que tienes cruzada la criatura de Murphy, aunque a lo mejor a quién más tirria tienes no es tanto a la serie en sí como al "mesías".

Aborrezco en general los realities y con esto no voy a hacer excepción. Me enganché a Glee por sus personajes y su tono, no por el formato ni menos ahora el "multiverso" que se quieren marcar.

Tienes razón en eso de que se ha pasado de la no aceptación de la diferencia a la exigencia de una etiqueta definida. Ahora los bichos raros parecemos los que no queremos enmarcarnos con todo en un estilo/tribu/modilla de turno u otra. No es cosa de Murphy, es cosa de la sociedad occidental 2.0. Todo se lleva hasta el extremo opuesto.

Atticus dijo...

Que el premio sea ese ya dice bastante del ego del señorito Ryan.

El caso de Ellis ya es de traca. ¿Cuantas veces nos han dicho que aparenta diez años, 30 millones?
El otro, madre mía, como grite más va a dejar sordos hasta los habitantes de Australia. Y no hay necesidad de que se le note tanto la pluma.

Y si, quiero ver como el formato Glee cae a los infiernos y disfrutar con ello.

P.D: ¿Como puede ser que te marques un post con que el no estoy nada de acuerdo y otro con el que coincido plenamente?

Crítico en Serie dijo...

Julio, no disculpes a Murphy y digas que todo es culpa de la sociedad actual porque en el caso de TGP es culpa suya y punto. Y si odio Glee es por cómo es la serie en sí. Murphy sólo me da un plus adicional para criticarla. Pero recordemos que Glee no es como un hijo que reniega de su padre. Murphy es su creador a consciencia y por lo tanto su huella está presente en todas partes.

Martinyfelix, el gay pone de los nervios. Lo que molesta es que intente ir de Kurt.
Y es la belleza de la televisión: no tienes porqué pensar igual. Hay muchos terrenos distintos y por lo tanto opiniones también muy distintas. Oh, crucemos los dedos para que Glee desaparezca dentro de poco.

Julio C. Piñeiro dijo...

No pretendo disculpar a Murphy, sólo quería decir que esa mentalidad de la sobreetiquetación está mucho más amplia y extendida, no sólo es cosa de los últimos dos años. A Murphy lo que se le puede acusar es de profeta y altavoz de esta tendencia.

A ver cómo afecta a Glee la contratación de nuevos guionistas (con experiencia en Buffy, Angel o Chuck), aunque el tridente Murphy-Brennan-Falchuk seguirá estando allí arriba con la última palabra.

HL MAS dijo...

Agradezco al creador de esta nota, pues hasta este momento, me sentía como un solitario crítico de esta situación. Me gusta Glee, pero esta 2º T ha sido muy irregular, sobre todo por el final olvidable y rechazable. Sólo queda poner las esperanzas en las nuevas contrataciones de guionistas, que ojalá rescaten la esencia de la originalidad que atrajo al principio. NUNCA me han gustado los realitys y esta no sería la excepción; siempre me han parecido superficiales, engañadores y comercialistas. El tiempo también me dio la razón en este aspecto.

Menos de 1/2 millón en un país de más de 50 millones de televidentes y una serie que se lleva un promedio de 10 ya es suficiente para pensar que no ha sido interesante ni atrayente. Y es que, muchas veces, hemos dicho que Glee no se parece a otras producciones tipo Disney que hace esas cosas y al final, cada vez más lo va haciendo, incluso, música original tipo High School Musical ¡Y como gran cosa, hacen eco que lo pasarán en Latinoamérica! Saben que aquí tenemos el defecto de ver este tipo de producciones que más llevan al morbo y distracción poco importante y que recibiremos todo lo que venga de Glee, aunque sea equivocado como esto. Además ¿Tanto trabajo por un personaje? van dos temporadas y personajes "importantes" como Mercedes y Artie no han sido trabajados regularmente ¿Y quieren añadir uno más?

Lo demás, ya está escrito aquí, con lo cual concuerdo plenamente.

Gracias nuevamente por mostrarme que todavía hay gente razonable que no se deja arrastrar por la moda o el "borreguismo"

Crítico en Serie dijo...

Julio, Murphy se dedica a pregonar estos ideales y tú lo defiendes como visionario. Está claro que nunca nos pondremos de acuerdo ;)

Kchito2, soy fan de los realities pero siempre me gusta que alguien me dé la razón en cuanto a Glee. Hubo la época del 'qué guay que es la serie' y por fin ha empezado un corriente crítico sólido. Normalmente no me importa que las series tengan sus fans y que se pasen el día soltando perlas por todas partes, pero lo de Glee hasta es ofensivo en su contenido e ideales, además de aspectos como el que nombras de que hay personajes completamente dejados de la mano de Dios.