miércoles, 30 de abril de 2008

CSI: Renovar o morir

Año tras año, Grissom sigue en la cresta de la ola. Da igual que hayan pasado ocho temporadas. ¿El secreto? Por lo que parece, las personas no dejamos de fascinarnos por los crímenes y, la pequeña enigma de saber quien es el asesino, siempre seduce. Será por esto que CSI sobrevive al paso del tiempo y lo hace de forma digna. Además, que intenta introducir pequeños elementos que la hagan un poco amena, por más que siempre siga siendo la misma en esencia. Al final de la 5ª, Quentin Tarantino dirigió uno de los mejores episodios a su manera (del que ya corrieron suficientes ríos de tinta). La serie sobrevivió a la marcha de William Petersen por unas cuantas semanas, con la correspondiente aparición de Liev Schreiber. Con el final de la 6ª nos abofetearon con una relación encubierta de dos de los protagonistas (una revelación bastante efectista, por qué no decirlo). Y, a menudo, nos han introducido hilitos para engancharnos un poco: que si la ludopatía de Warrick, los eternos problemas de Catherine Willow con su padre, el cortejo entre Grissom y Lady Heather (un romance platónico muy pero que muy dilatado y que requiere de un análisis aparte), y ahora estamos con el asesino de las miniaturas. Pero, aunque resulte quizás muy pasado, quiero comentar lo que para mí es el más claro ejemplo de las ansias de renovar y que funcionó (y de qué manera). Con estilo, sutileza, sentido del humor, cinefilia, 'Rashomama' (6x21) es uno de los mejores episodios (sino el que más) de esta negra serie.

Quizás alguien se acuerde del argumento: Nick, Grissom, Sara y Greg acuden a una boda donde se ha matado a la madre del novio y se la ha atado al coche de los recién casados. Sin embargo, ante tan normal caso (dentro de lo que cabe), surge un contratiempo: al pararse a comer algo en un bar, roban el coche con todas las pruebas dentro. A partir de ese momento, los implicados se ven obligados a resolver el caso sin las pruebas para que no les caiga el pelo. Y a través de sus recuerdos, conseguiremos saber como descifró cada uno de ellos el lugar del crimen.

La escéptica: Sara (Jorja Fox). "Y allí estábamos, en un 'neverland' nupcial donde el factor hotera era peligrosamente elevado y las flores evidentemente falsas. ¿Puede el amor ser verdadero cuando las flores no lo son?". De tantos años esperar a Grissom, Sara es una incrédula de lo que tenga que ver con las bodas y, su visión, desentraña su faceta más cínica. Sólo ve invitados borrachos y falsedad entre amigas con el tema principal de 'American Beauty' de fondo.

El ingenuo: Nick (George Eads). "El perfume de las bellezas americanas (american beauties) lo llenaba todo, pero el aroma de una rosa con cualquier otro nombre habría sido igual de dulce habiendo tanto amor en el aire". Él llega enamorado de la vida, de la escena e incluso le parece vislumbrar que la gente se distribuye en armonía. El perfecto reflejo de como es este chico: sencillo, sin complicaciones y, a menudo, ingenuo. Recordemos que si Grissom, hace ya muchísimos años, no lo ascendió fue porque no pasó la prueba de la leche ("Eche, eche, eche. ¿Qué bebe la vaca?").

El peliculero: Greg (Eric Szmanda). "Una tipa había muerto. pero no hablemos más de ella. El aire era caliente y cargado de mal y eso me daba sed. Sed de un buen vaso de agua. Fue entonces cuando la vi, una flor, pero no de las que se prenden en la solapa, tenía el tallo largo". Ve la vida en blanco y negro, con el estilo de los viejos clásicos del cine negro. La escena del crimen es vaporosa y por su camino no hacen más que cruzarse femme fatales que se le insinúan con labios extremadamente rojizos. Este chico vive de sueños, siempre con la cabeza en otra parte, algo que Grissom nunca ha acabado de aceptar porque él es...

El científico: Grissom (William Petersen). "La primavera no es más que una canción en la que no son malos la risa y el amor. Las flores del deseo se abren y las 'armoniacs iridis' las invaden". Cómo no se iba a sacar a relucir el fetiche del jefe en este episodio, o sea, los insectos. Además, para él los testigos que se encuentra no son exáctamente humanos: son ojos, son labios, son gestos, todo aquello que pueda delatar su culpabilidad y si mienten o no. Grissom no acepta los errores. Él es perfecto. Claro que también parece que, por otra parte, le falta un poco de empatía con su alrededor.

El perro viejo: Brass (Paul Guilfoyle). El policía no empieza su relato como los demás, hablando sobre las flores del jardín de la boda, pero sí que puedes observar gracias a su testimonio que se trata del personaje más de vuelta de todos. Habla con el novio, sí. Pero no ve ni antiromanticismo, ni un enamorado, ni seductoras sospechosas, ni unas interesantes declaraciones. Él ve al chico que se va tragando el champán de fondo, el camarero listillo que quiere cogerse una buena cogorza al ver que no tendrá que acabar a las tantas repartiendo las copas. Puesto que Brass es el más cínico, el más incrédulo y una de las joyas de esta serie. Él viene de vuelta de todo y su visión siempre contribuye a la grandeza de esta serie.
Y digo grandeza pese a que no siempre esté al mismo nivel y pese a que algunos episodios hagan tufillo de dejà vú. Si algo nos han demostrado el CSI de Miami y el de Nueva York es que el de Las Vegas es el auténtico. Con todos sus fallos, no deja de ser (a su manera) el más creíble, el que tiene los personajes más carismáticos (los de Miami solo sirven para abofetearlos) y el más incansable. Y es que no todas las series pueden alardear de ser líderes de audiencia durante ocho años. Por algo será.

sábado, 26 de abril de 2008

Daños y perjuicios: Byrne, a la altura

Le pasó a Anne Hathaway. Protagonizó El diablo viste de Prada y no es que se llevara todos los laureles su compañera Meryl Streep, sino que la productora prefirió promocionarla como protagonista. Y Streep se llevó una nominación al Oscar por su interpretación de la desagradable editora de una revista femenina. ¿Y la vis cómica de Hathaway en esa comedieta? Pero es que en realidad, no era una cuestión de talento: los minutos en pantalla hablaban por si solos. No dejaban lugar a dudas.

Lo mismo le ha pasado a Rose Byrne. Ha protagonizado Daños y perjuicios (Damages) y todos los laureles han ido a parar a Glenn Close. No sólo esto: además la nominaron como actriz secundaria por esta serie, mientras que Close ganó el globo de oro a la mejor actriz principal. El nombre o, mejor dicho, el renombre, es lo que manda. Además, curiosamente el caso es muy parecido al de El diablo viste de Prada: en ambas producciones se ha dado los papeles más jugosos y ambiguos a dos vacas sagradas. Streep y Close son pesos pesados de la industria, cierto, pero también se les dieron unos personajes en bandeja. Cualquiera que haya visto alguna vez a Close actuando, sabrá que encarnar a Patti Hewes era para ella un caballo ganador. Se le da bien (como casi todo). Y no es que le reste méritos, sino que a mí la sorpresa me la ha dado Byrne. Diría que es una revelación, sino fuera porque la chica ya está muy rodada.
A una ganadora de la Copa Volpi de Venecia (a los 21 años) no se la puede llamar revelación. Ni que fuera novel. Que su carrera haya avanzado de forma irregular (de Troya a Sunshine), es otra cosa, pero Rose Byrne ya tiene un pasado fílmico a sus 28 años. No soy experto en ella: ni tan siquiera he visto su laureado The Goddess of 1969. Sin embargo, ya me llamó la atención en 28 semanas después. Como en Daños y perjuicios, interpretaba a una chica inmersa en un órgano éticamente reprobable pero que intentaba seguir la vía correcta. Pero lo que más me atrae de ella es su inocencia. La mostró en la muy recomendable película de terror y también se recrea en ella con la Ellen Parsons de la serie de FX. Qué decir de ella, pues realmente parece un ángel caído del cielo que se va corrompiendo poco a poco, y tal fragilidad consigue preocupar al espectador.

Solamente me indigna un poco que se venda a Daños y perjuicios como si se tratara de un recital interpretativo de Close. Anunciar esto es decir una verdad a medias. Byrne también está para darle la réplica en otro terreno: no el de la maldad, sino de la bondad, muy a menudo más difícil. Y no pondría la mano en el fuego a la hora de apostar por Close: esta joven actriz de origen australiano también pega muy fuerte.

lunes, 21 de abril de 2008

Desesperado por mi dosis

Las series ya vuelven. La huelga hizo su daño, efectivamente, pero por suerte algo está volviendo. Hoy lo hará Cinco Hermanos. El lunes lo hizo One Tree Hill. Esta semana le tocará a Gossip Girl, entre otras. Pero lo más importante: hace siete días que volvió, de entre el olvido, Mujeres Desesperadas.

Digo de entre el olvido porque, a su llegada, Mujeres Desesperadas perdió casi cuatro millones de espectadores (de 19'77 a 16). Una cosa está clara: quien mire estas vecinas, sabrá que no se trata de un bajón de calidad. Es más, esta temporada estaban remontando en todos los aspectos: Wisteria Lane pocas veces ha estado en mejor forma, y su audiencia se había estabilizado alrededor de los 18 millones (menos las dos últimas semanas, que gracias al tornado, se revolucionaron las amas de casa delante del televisor, como Laura Bush, declarada fan de la serie). Así que: ¿será la huelga de guionistas la culpable de la relativa catástrofe?

Tradicionalmente, hasta ahora la parrilla era de escasas sorpresas. A finalísimos de septiembre o principios de octubre, aterrizaban todas las series que, hasta la navidad, estaban prácticamente inamovibles, salvo algún día de reposiciones. Después del parón, otra vez aparecían y entonces ya era para quedarse... hasta este año.

La huelga hizo que las series fueran desapareciendo de una en una y durante tanto tiempo, que parece que alguna persona también se quedó por el camino. Esperemos que no se perdieran para siempre. Que esta noche se recupere la normalidad en los hogares americanos y esperen impacientemente a Bree (que ha vuelto mucho más delgada), Susan, Lynette y Gabrielle. Además, como muy reveladora incorporación, ha aparecido Chris Carmack, también conocido como Luke de O.C., que interpreta al sobrino de Susan. Y de la buena marcha de la serie también depende Cinco Hermanos, que sufre bastante sin su predecesora en antena. No obstante, somos afortunados de tener esta dosis semanal otra vez. Se agradece. Pues mujeres desesperadas no hay más que cuatro.

En su momento ya creímos que nos habíamos quedado sin más Wisteria Lane hasta la temporada que viene. Ahora, al contrario, ya se ha anunciado que incluso habrá una season finale por todo lo alto, como ya hicieron con el grandísimo doble episodio de despedida de la segunda temporada (sí, de los mejores que se hayan visto). Después de la huelga, nos quedaron cinco chutes de repuesto: tenemos que aprovecharlos.

domingo, 20 de abril de 2008

New Amsterdam: Eternamente joven

Desde que salvó a una india hace 400 años y esta le hizo un hechizo, John Amsterdam no envejece. La solución a su problema: encontrar a la mujer de su vida. Cuando lo haga, su organismo empezará a morirse como el de todo el mundo. Pero hasta entonces, deberá seguir resolviendo homicidios en el Nueva York más actual, que él ha visto levantarse poco a poco a lo largo de su vida que espera que no sea eterna.

Cuánto amor que desprende el planteamiento de New Amsterdam. Un hombre condenado a vivir por no encontrar a la mujer de su vida. Extraña mezcla con los casos de asesinato que aparecen en cada episodio. Porque la serie va sobre la búsqueda de quien le pueda dar un vuelco al corazón, pero también de quién es el asesino de turno. A esto se le suma una estética caduca (poca iluminación y una imagen no del todo clara) y la falta de humor. Historias de amor pasadas y presentes. Escenas sorprendentemente escabrosas como, por ejemplo, ver a un chico morirse con una bolsa de plástico en la cabeza, y contemplar su último suspiro. Demasiado difícil combinación.

Para que se entienda por donde van los tiros, diré que el director del primer episodio es Lasse Hallström, el director de películas como 'Chocolat' o 'Las normas de la casa de la sidra'. Sin embargo, la serie no se parece para nada al saber hacer de estas películas, que tampoco es que sean genialidades (aunque en el caso de 'Chocolat' sí que se trata de una delicia, eso sí, con sobredosis de azúcar). New Amsterdam tiene un gran refilón a su obra más gélida, 'Tirando cabos'. El estilo frío y los flashbacks constantes, tanto a un pasado cercano, como para remontarse unos siglos. Una historia de amor que no acaba de tener chispa de tantos elementos que rodean al protagonista (en ese caso, Kevin Spacey). La parsimonía en el metraje, sin pausa pero sin prisa. Pero New Amsterdam no es ese largometraje, que tampoco es que fuera una obra maestra: el protagonista no es Spacey, la exmujer no es Cate Blanchett, la parienta no es Judi Dench, ni el objeto de su deseo es Julianne Moore. En esta serie, solo hay cabida para un actor,
Nikolaj Coster-Waldau, que es un muy atractivo guaperas. Poco más. La premisa romántica no arde, ni los casos no ofrecen nada nuevo.

Así que, si alguien tiene ansias de una nueva serie de asesinatos, que mire Life. El detective de este año es Charlie Crews, no John Amsterdam.

sábado, 19 de abril de 2008

Battlestar Galactica: Un nuevo mundo (¿con o sin cylons?)

Battlestar Galactica. Esa eterna desconocida del mundo de la ciencia ficción a la que no paré atención hasta que el mundo empezó a girar alrededor de ella. Es un fenómeno. Qué tenía, no tenía ni idea. Ni tan siquiera supe del argumento hasta el día que cogí la carátula y me la llevé a casa. Los humanos deben huir por el espacio cuando les declaran la guerra las máquinas que ellos crearon, los cylon (concepto imprescindible en la guía del buen seriéfilo). ¿Revelación? No diría tanto.

Revelación es cuando algo te sorprende. Ya sea por su calidad, por su emotividad, da igual el qué se le encuentre. Con Battlestar Galactica esto no ha sido así. El listón estaba alto, ya de primeras. Y la verdad es que satisface las expectativas.

¿Qué tiene la primera temporada de la serie que obliga a alabarla? Difícil decirlo. Los efectos especiales... mejor pasarlos por alto. El ritmo... no es trepidante, a ratos incluso lento. Y aunque soy de los partidarios de que la lentitud puede ser un punto a favor (sólo los palomiteros dirían lo contrario), en este producto roza la vulgaridad. Y defectos... los que quieras ¿Así en que quedamos? ¿Cómo puede valer la pena? Pues básicamente por dos razones: el mundo y su gente.

El mundo. La nave Galactica. O sea, lo mismo. Qué microsistema. Donde nada chirría. Los efectos especiales pueden ser a veces casi ridículos (para ojos tan acostumbrados a películas made in Hollywood donde todo parece incluso demasiado real) pero la ambientación de la nave encaja a la perfección, y su vestuario. Y no sólo esto. Es el misticismo que envuelve la serie, la religión siempre latente (que incluso me da miedo leer un día de estos en el periódico que es el programa favorito de George W. Bush o algo por el estilo). Las tramas políticas, de lo más estimulante que he visto. Esa situación in extremis permite plantear unas preguntas al espectador de muy complicada respuesta, en la que muchas veces no hay una que sea buena. Esto me tiene hipnotizado. Además de las relaciones entre las personas, está claro. Si no hubiera un poco de tomate, ¡qué aburrimiento! De religión y política no vive la gente (o no debería).

Entre ellos solamente diré un gran PERO.

Gaius Baltar: el doctor es bastante insufrible. Por mala suerte aparece demasiado a menudo, y paraliza el metraje con sus escenas repetitivas. Sus momentos más esquizo está claro que serán lo que llevará ese mundo al más allá (para convertir la serie en algo más, espero), pero de mientras, aburre bastante. El actor tampoco ayuda. James Callis es un histriónico. Le va al personaje, sí. Aunque con moderación. En Bridget Jones ya hacía lo mismo. En lugar de científico excéntrico, era un gay excéntrico. No.

Sin embargo, algunos han sido joyas. Starbuck (Katee Sackhoff) captiva con su humanidad detrás de ese caparazón, tan duro en apariencia y blando en realidad. Apollo (Jamie Bamber, a la derecha) es el hijo perfecto (¿y? que también existen). Y Adama (Edward James Olmos) es de campeonato. Seguirle es un manual para entender al ejército en tan militar serie. Mirarlo, juzgarlo cuando se equivoca, cuando se enfrenta a decisiones de vida o muerte. Pero tiene una gran rival para moderarlo.

La Presidenta Laura Roslin: ver su transformación de ministra maestra a presidenta a la fuerza, no tiene precio. Carácter, valentía, esta mujer lo tiene todo, y escena donde sale, escena donde muestra su poder con esa expresión. Esa que tiene. Quien haya visto la serie, lo entenderá. Quien no la haya visto, que se tome la molestia. Quien le iba a decir a Mary McDonnell que la auténtica joya de su carrera vendría acompañada de naves especiales y robots.

Y no hablaré de Boomer (Grace Park). No lo haré porque no tiene palabras el caso de este personaje. Vale su peso en oro. Y una explicación significaría aportar spoilers y no.

Así que diría que queda claro que recomiendo Battlestar Galactica. No os dejeis asustar porque sea de ciencia ficción. Tampoco porque su argumento, que empieza con la cosa muy revuelta. Tampoco juzgueis premeditadamente la miniserie, que hace de piloto y que no es de lo mejor ni de lejos. Está a unos cuantos saltos de la season finale. Quien vea la serie me habrá entendido.

martes, 15 de abril de 2008

30 Rock: La Diosa de la comedia

Con Chicas Malas (Mean Girls) reí muchísimo. Es un hecho. Así que, para mí, la película es buena. Más que nada que, ¿qué es lo importante en una comedia? Si reir no es un punto a favor, ya me dirán. Que esté compensada, que aguante el ritmo, que esté bien actuada... son puntos de más (que también los tiene). ¿Y de qué privilegiada mente salió la idea de esa película, la mejor de entre ese acneico subgénereo fílmico? Tina Fey, exacto, la protagonista, creadora y productora de Rockefeller Plaza (30 Rock).

Pese a las referencias, costó darle una oportunidad a la serie. Sobretodo porque no convencía como actriz en Chicas Malas (donde interpretaba a la profesora). Sosilla, con las peores líneas del casi perfecto guión, sin una vis cómica... Así que menuda sorpresa me llevé cuando la volví a ver en la sitcom de Rockefeller Plaza. Una revelación. Qué natural, qué sutilmente divertida. No intenta ser graciosa al estilo Christina Applegate (que da bastante pena, por cierto). Ni a lo desesperada. Lo hace desde la ironía de interpretar una versión de sí misma o, por lo menos, lo que se imagina uno que es su vida: una guionista que prepara un programa semanal (como hacía con Saturday Night Live). Esto sí que es tener sentido del humor.

Además, el asunto podría haber quedado en un anecdótico ejercicio de egolatría, pero no. No sólo consigue radiar Fey, sino que hace brillar a todos a quienes tiene a su alrededor: una tira de personajes cómicos y con clara entidad. Así logró sacar del ostracismo, por ejemplo, a Alec Baldwin (soberbio en su papel de tiburón empresarial) o a Jane Krakowski (¿alguien se acordaba de la secretaria de Ally McBeal?). Para ambos fueron destinados dos bombones de personajes (o quizás el mérito es suyo por presentarlos hacerlos tan atractivos). Secundarios memorables. A menudo alguien habla de Cómo conocí a vuestra madre y se acuerda de la grandeza de Barney. O habla de otra gran comedia, Ally McBeal, y le pasa por la cabeza Bizcochito (claro que es injusto hablar de un gran secundario cuando todos lo eran). Pues Rockefeller Plaza es como este último ejemplo: cada personaje que se pasea por delante de la cámara es un diamante en bruto. En un momento u otro, consigue brillar.

Sólo hay halagos en esta carta de amor a Fey. Ella (junto con toda la demás gente que participe en la creación de esta magnífica serie) me ha hecho recuperar la fe en las sitcoms. Como esos tiempos en que reía con Friends, antes de que Monica y Chandler estuvieran casados. Esos tiempos delirantes con Pheobe cantando canciones inverosímiles y de gatos sucios. O esos momentos de Frasier, de ingeniosa sonrisa. Y dentro de un tiempo, ya podré hablar del humor más nerd de Liz Lemon, la nula personalidad de Jenna o la inocencia de Kenneth. Que el tiempo ponga las cosas en su sitio (y a Fey, muy arriba).

jueves, 10 de abril de 2008

Perdidos: Bloody Love

Esta entrada contiene spoilers hasta el 4x05

Jack y Kate. És se enamoró a primera vista cuando, magullado, le pidió que le cosiera. Desde ese momento, apareció una atracción platónica, por lo menos por parte de Jack (Matthew Fox). Pero no nos engañemos: la cosa no le funcionó al obsesivo médico. Por más flashbacks, presentes y flashforwards, entre ellos dos la relación no prospera. Se podría decir que él es el marido que Kate (Evangeline Lilly) sabe que debe tener. Él es lo correcto. Pero ella, atrevida como es, siempre ha preferido cruzar el límite.

Sawyer y Kate. Él está tras ese fino borde del límite. Él es el vivo reflejo de su padre, esa bala perdida que hizo explotar con un escape de gas. A su manera, la atractiva fugitiva de la isla lo domina. Mientras Sawyer (Josh Holloway) se cree un indomable, ella se lo camela como quiere. Le costó adentrarse en la mente del estafador, pero lo consiguió y le dejó a él con la intriga de conocerla a fondo. Pero ella, independiente como es, no puede embarcarse en una relación que se le presenta difícil y que, a la vez, ha perdido cierto encanto desde que él puso las cartas sobre la mesa.

Desde que empezó la serie, este triángulo ha sido uno de los pilares que ha sustentado Perdidos (Lost). Los sentimientos que provoca la misteriosa chica han sido el motor de muchos de los movimientos en la isla y de las reacciones más inesperadas. Pero estábamos equivocados todos los que creíamos que ibamos a ver el mayor romance protagonizado por una de estas dos combinaciones, puesto que ni Jack y Kate, ni Kate y Sawyer han conseguido, tienen o conseguirán un romance del calibre de Desmond y Penelope.

En el primer flashback de Des, ya se mostró que estaba enamorado. La foto que siempre se ha ido viendo durante la serie, hizo que no pudieramos olvidar esa relación pasada. Aunque, llevando tantos años en la isla, ¿quién iba a creer que Penny pudiera ser algo más que un recuerdo?

Al final de la segunda temporada, lo dejaron claro: ella no se había rendido. Estaba ahí, por más que no apareciera mucho más la investigación que llevaba a cabo para encontrar al mal partido de Des (Henry Ian Cusick). Al final de la tercera, se confirmó: apareció en el monitor de la escotilla submarina antes de que Charlie muriera. Not Penny's boat. Pero no fue hasta el quinto episodio de la cuarta, cuando se hizo de carne y huesos y consiguió traspuar ese amor a través de la pantalla. Qué conversación de teléfono. Qué oda al amor incondicional.

Desmond es, lo quiero o no, contra todas las adversidades y pronósticos, hasta que la muerte los separe, el hombre de su vida. No puede hacerle nada, como pasa con el amor cuando es puro (e irracional e incomprensible). Y, además, sobrevive al paso de los años. Es incapaz de olvidar a su Des, que la abandona y regresa y que siempre la vuelve a abandonar. Pero ella, para él, es mucho más.

Con la excusa de que Desmond necesitaba algo que estuviera en el pasado y el presente para no morir, los ideólogos de Perdidos pusieron en bandeja una estupenda metáfora del amor. Porque Penny (Sonya Walger) es su "constante". Sin ella, Des se pierde a si mismo al no tener donde agarrarse en el espacio tiempo. Ella es lo único que da sentido a toda su historia personal. Y mucho antes de empezar a dar los viajes adelante y atrás en el tiempo, ya era esa misma constante. La foto y los recuerdos siempre fueron lo que le llevaron a seguir con vida. Hasta esa conversación telefónica que se ha convertido en el momento más romántico de toda la serie. Eso es un amor puro, en el que ninguno de los dos es nadie sin el otro. Un amor de novela romántica. Un amor de película. Un amor de serie.

lunes, 7 de abril de 2008

The Closer: Los padres de ella

The Closer nunca falla: no hay ningún episodio que decepcione. Además, tiene un abanico dramático de lo más variado: en un episodio te pasarás el rato riendo y al siguiente estarás sufriendo con guerras de bandas de Los Ángeles. Pero esto ya lo sabía cualquier persona que se tomara la molestia de ver la serie que reverencía a Kyra Sedgwick.

Estos seguidores de la subjefa de policía Brenda Johnson también sabíamos que su madre era una mujer de armas tomar igual que ella: en la segunda temporada apareció y revolucionó el despacho de su hija ante la atónita mirada de ella, que se desesperó viendo como se socializaba con toda la oficina. Habla por los codos, sí, pero es una madre entrañable (o abuelita). No obstante, el padre, Clay, no había aparecido en escena y cada vez que se hablaba de él, se hacía con temor. Brenda parecía tenerle miedo. Y, por suerte, esta tercera temporada hemos salido de dudas y hemos podido saber exáctamente quién es. Y si Willie Ray ya era una mujer de armas tomar a su manera, con su marido hace directamente un tándem infalible.

Ella hace bollos e invita a todos los compañeros de Brenda (y al que se cruce por el camino). Él pone cara de bull-dog a quien no le de buena espina. Y es que el encargado de hacer de padre de Brenda Johnson no es ni más ni menos que Barry Corbin, a quien algunos recordarán como el entrenador Whitey del equipo de baloncesto de One Tree Hill. De por si, su cara ya da con el perfil que requiere el papel. Tiene cara de abuelito gruñón y encima lo hace a la perfección. Además, el contraste de personajes con Willie Ray hace de los dos progenitores los secundarios perfectos. Se comen la pantalla cada vez que aparecen, incluso Sedgwick empequeñece al lado de ambos. De hecho, hasta Provenza se queda sin palabras cuando los ve.

Frances Sternhagen y Barry Corbin son, sin duda alguna, quienes se han llevado el gato al agua esta temporada. Han aparecido en tan sólo cuatro episodios, pero es que todos y cada uno de ellos han sido de lo mejor que se ha visto en The Closer. Sobretodo con el doble episodio final, esa road movie tan peculiar. Ver a Brenda con sus padres, Fritz, Provenza, Flynn y un sospechoso de asesinato, de viaje con una roulotte decorada enteramente con motivos navideños... impagable. Porque, además, Willie Ray ni se cansa de intentar levantar el espíritu navideño de todos ellos y, vestida con chandal para conducir un sin fin de horas, es capaz de cantar villancicos al volante.

La escena, junto con el trayecto, es de los puntos álgidos de la serie. Claro que no cabe menospreciar el episodio donde se presenta al padre de Brenda y el sargento Pope le mete una bronca delante de toda la unidad de homicidios especial y de los padres: ellos mismos se toman la revancha con mucho estilo. "Lo siento mucho por su divorcio", le suelta Willie Ray. Brenda está prometida, le suelta Clay. Un momento álgido, ajeno a cualquier caso tratado, que sirve de ejemplo para demostrar que The Closer es una gran serie que sabe aprovecharlo todo, no sólo los asesinatos.

(Apunte: progenitores aparte, esta temporada ha brindado un episodio muy divertido que incluye un féretro cayendo por las escaleras y una nuvia poseída, el 3x03. Muy recomendable.)

The Closer se emite en Cuatro y en el canal digital Calle 13.

domingo, 6 de abril de 2008

It's Britney, bitch

Cuando se barajan depende de qué cifras, un millón puede no ser nada. A veces mucho. En el caso de Cómo conocí a vuestra madre (How I met your mother), significativo. Pero no lo es porque una subida de un millón signifique la gloria de sobrepasar los diez millones de espectadores (10,62 para ser exactos). Ni tampoco porque una bajada de un millón signifique la cancelación de la serie (9,67). Sino porque tan exactas fluctuaciones tienen una misma constante: Britney Spears.

Los medios dieron mucho revuelo a la aparición de la princesa del pop en la sitcom. En el cyberespacio solamente se hicieron notar los fans que se tiraban de los pelos (¿Cómo pueden venderse tanto los productores por un poco de audiencia?). Pero una masa silenciosa no hizo comentario alguno y esperó a la gran intervención. Puede que Britney se haya vuelto loca. Puede que ya esté cuerda otra vez. Puede que quiera tirar su vida por la borda o no, que recoja cacas de perro con pañuelos de Gucci o atienda los eventos sin ropa interior. Pero, por encima de todo, "it's Britney, bitch" y la subida millonaria demuestra que tiene cuerda para rato (y su eco mediático del día a día y sus ventas millonarias de todo lo que toca...).

Ahora hablemos de su intervención en Cómo conocí a vuestra madre. Ella es la secretaria de la dermatóloga de Ted (Josh Radnor), quien se enamora a primera vista de él. O sea, que hace de secundaria graciosa con un personaje rarito. La sorpresa: que realmente resulta graciosa. Sin pensar en ella como una actriz por su película de Crossroads, su actuación es muy simpática. Un poco forzada en la primera escena del episodio pero: ¿cómo se les ocurre a los guionistas obligarla a hacer muecas de "me estoy enamorando" mientras suena una voz en off? Es tener poca vista. Pero igualmente resulta graciosa. Y es así hasta que termina el episodio, con una escena que será uno de los momentos inolvidables de la serie (quizás hay muchos momentos como ese en Cómo conocí a vuestra madre, pero ninguno está protagonizado por Britney).

Moviéndome en terrenos un poco tomateros, también diré que no sólo ha ganado la batalla contra sus detractores (que serán incapaces de asumir el bien que ha hecho en la sitcom y la competencia con que hizo el trabajo), sino también a su exmarido Kevin Federline. Esto lo digo en referencia a la aparición del exbailarín en One Tree Hill, donde se paseó durante tres episodios, y en donde hizo una patética actuación que sí vale la pena olvidar.

A quienes también les gustó la aparición de Britney fue a los productores, como me he podido informar por Series Adictos. Por lo que parece, le han dejado la puerta abierta a la artista para que vuelva cuando ella pueda. Un millón los habrá seducido. A mí me sedujo más ella.
Cómo conocí a vuestra madre se emite en La Sexta y el canal de pago FOX.

jueves, 3 de abril de 2008

...y se supone que debemos reir

Las cadenas no se rinden. Pese a que la época dorada de las sitcoms pareció terminar con Friends, ellas siguen ofreciendo carne fresca para divertir al espectador. Desde el inicio de este 2008, han llegado a la televisión tres series nuevas (por lo menos) y de resultado bastante irregular. No hay un 30 Rock (infinitamente buena). No hay un Dos hombres y medio (incomprensiblemente éxito de audiencia). Welcome to the Captain, Unhitched y Miss Guided se acercan más a la tíbia y también reciente Samantha ¿qué? que a los buenos ejemplos de comedia que se pueden encontrar en televisión.

De peor a mejor, está Welcome to the Captain. La serie se basa en la vida de ciertos personajillos relacionados con el mundo del espectáculo que viven en el mismo bloque de pisos: el Capitán. Pero no se trata de un Aquí no hay quien viva (ojalá). Al contrario, sorprende leer algunas críticas americanas y ver que algunos expertos consideran que esto vale algo cuando a mí me parece prácticamente un insulto a la inteligencia. Todos los vecinos que aparecen son ridículos y las situaciones están más que vistas. Un ejemplo de originalidad, Chris Klein, que básicamente hace de la versión sin gracia del Barney de Cómo conocí a vuestra madre. Un ejemplo de mal gag, tener a Raquel Welch, de 67 años, diciendo que tiene 42 sin aprovechar la acidez (sin mencionar que se pasa el rato con una sonrisa más postiza y falsa que la de Sofía Loren y que la intentan hacer pasar por madurita cañón cuando es una postmenopáusica postoperatorio sin arruga alguna que debe ser la fantasía de los gerontofílicos). Un ejemplo de mal gusto, el portero del edificio, cotilla, que pretende ser graciosamente insoportable y es insoportablemente graciosillo, con una sobreactuación de las que dan grima. Y por acabar, el protagonista, Fran Kranz, que es la versión televisiva de Jason Biggs (¿lo recuerdan de American Pie?), o sea, un correcto actor que parece ser perfecto para el papel pero que tiene "algo" que lo hace incómodo de ver. No me pregunteis qué es, porque ni yo mismo lo sé.

En una posición digna se encuentra la eterna adolescente de Miss Guided. Y es eterna por intentar revivir los años de instituto como mentora del colegio donde estudiaba. Después de pasar una edad del pavo en el anonimato, Becky Freely (Judy Greer) se convierte en la mentora guay del instituto (¡a quien incluso Jamie Lynn Spears le da las gracias!) cuyas inseguridades juveniles se despiertan al llegar como profesora la antigua jefa cheerleader y guapa ligera de cascos. Pero que la gente no se engañe: Becky no es el adorable patito feo que se intuye, sino que es patética y, en el fondo, una marginada de la cabeza a los piés. Y de acuerdo que el patetismo ayuda mucho a crear situaciones cómicas, que todas las sitcoms tienen personajes patéticos... ¿pero hace falta que lo sean tanto? Porque, pese a que la idea es buena, resulta un poco difícil aguantar un episodio de (¡tan sólo!) 20 minutos con una protagonista a la que no extraña que le hicieran bullying. Claro que el ritmo ya es ágil, simple y tiene una estética muy colorista (el centro educativo tiene las paredes pintadas de millones de colores distintos). Lástima que al ver la serie, es inevitable pensar qué hubiera ocurrido si la creación hubiera recaído en manos de Tina Fey (30 Rock), la diosa que mejor ha sabido retratar un colegio, con mucho humor y aún más inteligencia, en la película Chicas Malas.

Y por último (en este podio tan irregular), la propuesta de los hermanos Farrelly: Unhitched. Es fácil de explicar: tres solteros y una soltera intentan encontrar su media naranja en un mundo de circo. En la serie hay lo que uno puede esperar de un producto avalado por los creadores de Dos tontos muy tontos o Algo pasa con Mary: un poco de incorrección política, situaciones incómodas y algun gag gracioso (quien no riera con Dos tontos muy tontos sería porque se reprimía). Además, empieza con las cartas en la mesa: en la primera escena, la cita de Craig Bierko le pide que haga el gorila para practicar el sexo y, de repente, su animal de compañía (un mono) se confunde... No obstante, al ser simplemente sucesiones de gags se corre el riesgo que cuando no funcionan, la sitcom decae estrepitosamente. Desafortunadamente, ocurre a menudo. En los cuatro primeros episodios que he visto no ha habido un pleno: siempre ha fallado alguna cita o no se le ha acabado de sacar el jugo. En la otra cara de la moneda (y el motivo por el cual la serie es la que mejor ha salido de la nueva y precaria hornada de sitcoms) es que no tratan a los personajes como estúpidos. Quizás tienen multitud de momentos en que son ridiculizados, pero de por si no son patéticos.

Pese a las indicaciones y haberme tragado más de un episodio de cada una de estas series, no hay ninguna que realmente valga la pena recomendar. No son ni muy inteligentes, ni muy entretenidas, ni parece que vayan a aguantar mucho tiempo en la programación. Eso sí, alejaos de
Welcome to the Captain.