lunes, 29 de junio de 2009

De Realities (III): Con cuatro hijos y un buen polvo

Mientras que a Jillian Harris le hacen mil rendez-vous, Stacey Anderson ha pasado sin pena ni gloria por la televisión con el nuevo reality del canal TV Land The Cougar. En el programa, Stacey, una mujer de 40 años y con cuatro hijos, tuvo que elegir entre 20 chicos de veintitantos. Y aunque despertó algunas críticas antes de estrenarse (algunos la acusaban de no ser atractiva, otros decían que era resultona), yo opino que los pósters promocionales que vi por Nueva York no le hicieron justicia: Stacey está buena.

El concepto, que es una adaptación de The Bachelor también creado por Mike Fleiss, no tuvo la repercusión que esperaba en los medios de comunicación. Y no lo entiendo, pues The Cougar tenía todos los elementos para ser la comidilla (fugaz) de los críticos: un look más cutre-kitsch que su antecesor gracias a un presupuesto más ajustado, la cuarentona depredadora, unos chicos que ni tan siquiera eran guapos (con sus vergonzosos ritos de apareamiento) y la presentadora, una Vivica A. Fox en horas aún más bajas. ¿Acaso Kill Bill tenía una maldición? Porque, de momento, ya nos hemos encontrado a Vivica confesando que ella también es una cougar, a Lucy Liu cargándose series por donde pasa (Cashmere Mafia, Sexy Money) y David Carradine murió con un cordón enrollado en los genitales. Que Uma Thurman y Daryl Hannah vayan con cuidado.

Pero que The Cougar no acaparara titulares no significa que no tuviera anécdotas jugosas: los concursantes tuvieron que pasar por la prueba de fuego de conocer a los hijos de la mujer y al final, una vez ella eligió al chico de su vida, el afortunado le propuso matrimonio. Y lo mejor no es que le dijera que la amaba, a ella y a su familia (o sea, a sus cuatro hijos, que eso ya es amor), sino que exhibió la cajita en el ángulo perfecto para que la cámara pudiera mostrar el nombre de la joyería. Y para colmo las últimas palabras de Stacey:

“Cuando abrió esa cajita y vi ese precioso anillo de diamantes de Sophia Fiori,
me quitó el aliento. Él es el hombre de mis sueños y con el que voy a pasar el
resto de mi vida”

Ya podrían haber hecho un cásting con actores, que así por lo menos la falsedad no se notaría tanto en la voz de los tortolitos.
Aquí está la prueba (del montaje y del anillo de compromiso):



¿Alguien más opina que, o consiguen una buena exclusiva, o estos ni tan siquiera pasan por el altar?

Con respecto a los trapos sucios, el marido hizo su aparición estelar en los medios para retratarla como una mala madre. Según él, Stacey nunca asistía a las funciones escolares de los hijos, llegaba tarde por las noches a casa y por eso, cuando se divorciaron, consiguió la custodia total de los niños. Y ahora no voy a justificar la ausencia maternal de la cougar, pero ella llevó a cabo lo mismo que han hecho gran parte de los padres en los últimos... ¿veinte siglos? Pero, en el caso de ellos, se trataba de sacar adelante a la familia y en el de Stacey, sencillamente una mala madre. Las mujeres profesionales y de éxito, o son perfectas, o son un fracaso total. Por favor, un término medio.

viernes, 26 de junio de 2009

De Realities (II): Mujer blanca soltera busca...

Otro relato bastante fascinante que centra la atención de los medios, además del de Jon & Kate, es el de Jillian Harris, la soltera de oro que busca al amor de su vida en la nueva edición de The Bachelorette. Y si me interesó en un primer momento no fue por el formato, que nunca me ha atraído, sino por la presentación de la persona (o personaje, cada cual que entienda el programa como quiera).

Ella fue una de las descartadas de la anterior edición masculina. Según expresó ante las cámaras en su momento, a moco tendido, se había enamorado de Jason y la habían descartado en la penúltima fase. ¡Ella que había protagonizado la escena más caliente de la historia del reality en el jacuzzi! Y en los cuatro minutos de presentación de la season premiere, me creí las confesiones de Jill. Ella es muy auténtica, mona pero sin ser guapa, simpaticona y suena honesta. Tampoco cabe olvidar que los americanos son maestros a la hora de vender una historia.

Pero, aunque ella lo valga, el formato no me convence. No es nuevo, lo sé, pero tampoco esperaba que los escenarios alcanzaran ese grado de kitsch (la casa del capítulo inicial es de un mal gusto espantoso) y que realmente fuera a haber esa sobresaturación de citas al principio. Los resúmenes y avances de los episodios son mucho más interesantes que lo que después aparece en pantalla: una sucesión de chicos repitiendo frases sobadísimas bajo cualquier contexto.
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Una galería de freaks que, sin embargo, es bastante completa: desde pilotos de avión, a profesores de break, constructores e incluso un escocés al que los propios americanos deben poner subtítulos para entender y que protagonizó un hilarante momento cuando todos los demás se reían de él y les tuvo que recordar que sus tierras fueron las que exportaron el inglés que hablan (y no al revés). Me pregunto cuál de esos tendrá novia o habrá ido al programa para ser el próximo soltero televisivo, como indican algunos intrigantes avances. Lástima que no tenga paciencia.

Sería más interesante verles hablar de cuál es su película favorita o su tendencia política que oírlos venderse como producto mediante sus profesiones, familias y objetivos en la vida, siempre con un estilo no apto para diabéticos. Ni tan siquiera el guapo de Jake se salva con frases ¿WTF? del estilo “empecé a pilotar aviones a los 16 años. Claro que ya sabes que todo el éxito del mundo no importa si no tienes a nadie especial con quien disfrutarlo”. Y no hay nada peor que un country-man cantándole una canción compuesta por él mismo con su guitarrilla. ¿Cómo puede una chica de hoy en día caer ante tal truco?
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Igualmente y pese a las pegas que les pongo, son unos solteros infinitamente más potables que los de Mujeres y Hombres y Viceversa. Que nadie se confunda. La cuestión es que uno debe entrar en el juego y dejar de preguntarse si sólo porque te presenten una chica mona, ya te vas a enamorar de ella. O si se puede tener química en una cita cuando tienes a un cámara al lado. Y aparte de Jill y su posible cuento de hadas, que convence con una actitud que suscita confianza, me cuesta superar el estado de escepticismo.

No obstante, la decisión final de Jill deberá verse porque hay unos cuantos bistecs con los que salivar y tocará comprobar si se queda con alguno de ellos. No querría imaginar qué hará si ni en este programa, donde puede elegir entre 30 hombres, no encuentra su media naranja. Que al llegar a casa le escondan los objetos punzantes, cinturones y cordones de los zapatos por si acaso.

Aquí la cita con Jake. Incluye botas vaqueras y abdominales.



¿Y hay alguien de por aquí que haya visto el programa? ¿Sois capaces de creeros este tipo de formatos? ¿Os entretiene u os aburren las infinitas citas?

miércoles, 24 de junio de 2009

De Realities (I): Crónica de una ruptura anunciada

Los divorcios mediáticos ya no se cuentan por millones de dólares como antaño, cuando se hacían quinielas sobre si Heather Mills le sacaría 50 o 150 millones de dólares a Paul McCartney. Ahora, gracias al reality Jon & Kate Plus 8, los divorcios se cifran en millones de espectadores.

Y es que una cosa es que los medios de comunicación sigan las rupturas matrimoniales y la otra es que se presencien las peleas y se anuncie tal decisión en la pantalla. Es el caso de la pareja Gosselin, que durante cinco temporadas ha narrado en televisión sus aventuras como padres de gemelos y sextillizos, y que esta semana ha anunciado finalmente su ruptura en antena delante de 10,6 millones de estadounidenses.

El fenómeno, sin embargo, no ha surgido de la nada. Los rumores que apuntaban a la inestabilidad conyugal ya surgieron en abril cuando la prensa publicó que Jon le había sido infiel a Kate. Y ante la expectación de una respuesta oficial por parte del matrimonio, 9,8 millones de personas sintonizaron el canal TLC para ver el inicio de la quinta temporada, donde los Gosselin negaron los cuernos y la posible separación, pero donde asumieron que la relación no era como siempre, mientras flotaba la tensión por el ambiente. Según ellos mismos reconocieron, desde que habían aceptado poner sus vidas bajo los focos, los dos habían cambiado.

Pero el auténtico bombazo llegó el pasado lunes, después de una inteligente campaña promocional por parte de la cadena. Ellos sólo publicitaron “un anuncio especial” y los medios de comunicación se encargaron del resto.


En la revista Entertainment Weekly, por ejemplo, cuatro de las cinco noticias más leídas del día tenían que ver con la separación; en toda publicación que se precie o desprecie también mencionaban el estado de Jon y Kate; y en el Twitter era uno de los temas más populares del día, junto con las elecciones de Irán. Y así, entre el cuarto poder, la opinión pública y los Gosselin, se ha podido vivir una experiencia más propia del Show de Truman. ¿Es digna esta opción de vida y de divorcio, o les quitaríais la custodia de los hijos? ¿La realidad ha superado una vez más a la ficción o es trata de ficción vestida de realidad?

Sea cual sea la respuesta, el Twitter deja clara una cosa: seguro que hay gente por aquí a la que le preocupan mucho más lo anuncios de Jon & Kate que los del Consejo de los Guardianes.

Aquí un fragmento del programa especial donde es fundamental fijarse en donde se sientan los futuros divorciados. Uno a cada lado, pero sin coincidir en el plano. Dura realidad la que refleja la cámara.



domingo, 21 de junio de 2009

La enfermera Jackie contra la señora Smith

No me voy a quejar de la llegada de dos nuevas series ambientadas en un hospital. Sería como pedir al cine que abandonara lugares comunes como los institutos y las comisarías. Los centros hospitalarios son un escenario con mucha energía para la ficción televisiva porque son microcosmos bastante ajenos al entorno, con situaciones límite, pacientes distintos todos los días y un personal encerrado durante tantas horas en el hospital que se ve obligado a establecer todo tipo de relaciones con sus compañeros. Se puede crear un producto seriado o de capítulos cerrados con una faceta humana siempre constante. ¿Alguien da más?

Los doctores con el complejo de Dios, sin embargo, en esta nueva hornada están en segundo plano. Es el momento de ver los pormenores, aquellas personas que pasan más tiempo con los pacientes y que les cambian los catéteres. Ahora es el turno de las enfermeras, que en los últimos años han venido a ser los extras del Seattle Grace y del Plainsboro. Siempre en el escenario, pero sin una buena línea. Lo máximo a lo que habían llegado era a ser el rollito de primavera del doctor Shepperd en Anatomía de Grey y el blanco del bullyinguero de House.

De imaginar que ocurriría si House se encontrara en la consulta con la enfermera Hawthorne o la Nurse Jackie, las protagonistas de estas nuevas series (de títulos homónimos), el resultado del enfrentamiento verbal sería claro. A Christina Hawthorne y su pose melodramática de reinona negra justiciera se la comería con patatas. Y con Jackie lo más probable es que el doctor se confiara y la denigrara con su savoir faire. Claro que a continuación perdería el bastón, se lo encontraría partido en trocitos en su mesa y encima sin las cajitas de pastillas en el cajón. Menudo fiestón se pegaría luego Jackie entre guardia y guardia.

El problema de Hawthorne reside en la falta de garbo de los factores que se pasean por el hospital, que ni tan siquiera aprovecha al antes atractivo Michael Vartan, y en lo pretencioso que resulta el engranaje desde el punto de vista conceptual. Esta es la serie de Jada Pinckett Smith, que por algo está en las tareas de producción, y para lucirse ha escogido un papel de diva de la enfermería, aplicada con la familia, en el trabajo y con una moral intachable. Es demasiado perfecta, como la acusa la crítica del New York Times. Y si el hedor de genérico no puede causar mayor desinterés, algo que no debería extrañar al tener como creador al mismo que la insípida Providence, peor es la reacción ante la señora de Will Smith. De facciones duras, aún no entiendo cómo se ha dedicado a la interpretación. Sencillamente cualquier cosa que diga suena condescendiente, poco natural, y su rictus bucal me da alergia.

En cambio, la Jackie que encarna Edie Falco (a la que todo el mundo alaba por haber dejado de ser Carmela Soprano) es una mujer difícil, drogadicta e infiel pero a la que no me atrevería a acusar de mala persona. Al contrario. Se hace querer y cuando su aprendiz le dice que para ella es una santa, es fácil coincidir, aunque los pasadizos anaranjados en los que pasea parezcan sacados del purgatorio. Ya a partir del segundo episodio Jackie se hace cercana, junto con su entorno, muy vivo, que deja la impecabilidad del piloto a favor de la familiaridad.


Es la primera vez que veo algo del canal Showtime y que siento que han dado en el clavo. Y de momento, a la espera de que la NBC estrene Mercy, está claro qué enfermera es la que manda en la programación a partir de ahora.

jueves, 18 de junio de 2009

Doctor en los Hamptons

Tiene una casa en los Hamptons”.

A la que salía esta frase de la boca de alguna de las chicas de Sexo en Nueva York, algo había quedado claro: quien fuera que fuese la persona a la que se referían, era un buen partido. Charlotte en concreto tenía una fijación con ese rincón costero de Long Island y Samantha decidió montar una exclusiva fiesta para celebrar la boda de un par de amigos. Desde entonces, lo que ya era de por si una elitista zona de veraneo para la gente famosa, adinerada e influyente de Manhattan se identificó como el referente popular por antonomasia del glamour en la playa y fiestas veraniegas.

Sin las continuas menciones de Carrie Bradshaw y sus amigas cuesta imaginar que la segunda temporada de Gossip Girl hubiera empezado allí, con los chicos saboreando sus últimos días fuera del Upper East Side. Y lo que aún es más improbable es que hubiera existido la recién estrenada Royal Pains ya que, pese a ser un producto compacto, responde a un gran interrogante planteado por Sexo en Nueva York, seguramente la ficción más influyente de los últimos tiempos. ¿Cómo es pasar las vacaciones en los Hamptons?

La respuesta la ofrece Hank Lawson, un doctor de urgencias que tras ser desterrado del mundo hospitalario pasa a ser el exclusivo médico de familia de la zona. Así, mientras atiende a los miembros de la comunidad, el lujoso estilo de vida se pasea por el metraje como un personaje más que lo impregna todo de glamour, esnobismo y unas mansiones que quitan el hipo.

Pero la base pretenciosa del decorado no se traspasa al concepto de Royal Pains, que es más bien ordinario y pobre. Es una serie hija de USA Network y esto se nota en la falta de garra visual y también argumental. Todos los elementos que configuran el oasis, incluidos los personajes, son previsibles y de manual. No siempre les podía tocar la lotería como con Al Descubierto (In Plain Sight), donde Mary se alzó como un monstruo televisivo ya casi desde el estreno. De momento Hank no pasa de ser un papel genérico. Sin embargo, Mark Feuerstein tiene el carisma y las aptitudes suficientes para aguantar el peso de una serie-personaje si se diera el caso.

Además, al igual que sucede con los marshalls de Albuquerque, tiene un tono de serie B más propio de la tarde, algo que se acentuó en el segundo episodio, donde les faltó otra frívola fiesta nocturna, repleta de modelos y hombres con traje. Y es que n
o hace falta que sea una oda pija y superficial como Gossip Girl, pero si algún atractivo debe tener un producto como Royal Pains es que pueda mostrar el lujo con toda clase de detalles (y sin que se noten los problemas presupuestarios).

miércoles, 17 de junio de 2009

It's Not TV, It's True Blood

La fascinación que despierta True Blood no tiene límites. Da igual si es para bien o para mal, pero no sé hasta qué punto había visto algo parecido, una serie que atrapara tanto a la conciencia mediática. Es un producto al pormenor, como lo es en realidad casi todo lo de cable, pero es en su capacidad de ocupar espacio informativo y generar debates (sobre su contenido y también su entorno) donde reside el poder de este muy curioso drama. Y sé que Perdidos y Battlestar Galactica generan una expectación sin límites. Sin embargo, mientras que los seguidores de estas dos series llegan a la cita con sobredosis de ansiolíticos y un tic nervioso, los de True Blood han esperado la segunda temporada casi con espíritu festivo.

Las calles de Nueva York lo anunciaban con todas las paredes cubiertas de pósters y la falsa publicidad dirigida a los vampiros cumplía con su propósito: que se hablara de ella. Pero esto sólo significaba que la HBO depositaba mucha confianza y dinero en el lanzamiento de su segundo año. En cambio, es menos comprensible la abierta admiración que ha causado en los medios de comunicación. Una muestra de esta diferenciación es, por ejemplo, que nadie se ha atrevido a desvelar antes de tiempo si el personaje de Lafayette era el muerto del coche. Incluso Ausiello ha tenido especial cuidado en que nadie leyera la información sin querer. ¿Pero qué tiene True Blood?

Quien llevara demasiado tiempo sin pisar las tierras de Bon Temps lo habrá podido recordar (o lo hará dentro de poco) con la primera escena en la que Tara suelta un tremendo grito delante de un cadáver sin corazón. Sólo con un minuto te devuelven a la filosofía de la serie, esa extraña cotidianidad acentuada por una realización cutre y con toques de drama, gore y parodia. Y a este gran momento le siguen otras grandes escenas, como ver a un vampiro preocupado por el reciclaje, uno de los protagonistas secuestrado y con grilletes en un zulo terminal, o una escena de sexo con sangre de por medio y mucho morbo (¿habrá querido Anna Paquin agradecer el Globo de Oro poniendo el cuello y enseñando más carne de lo habitual?). No ha sido excepcional pero, al igual que sucedió con la anterior temporada, se trata de ver por donde irán los tiros.

No obstante, lo más grato de esta presentación es ver que el boca oreja surge efecto y que de verdad se puede relanzar una serie: mientras que el año pasado sólo un millón y pico de personas vieron el estreno, este han sido 3,7. La HBO no veía estas cifras con respecto a las ficciones desde sus gloriosos tiempos siempre citados. Y ya pueden celebrarlo porque me cuesta creer que alguien se imaginara lo que de verdad tenían entre manos.

Dan lecturas baratas que algunos se tragan como si fuera filosofía pura, mezclan todo cuanto se les pasa por la cabeza, y encima todos los medios los adoran, ya sean populistas o gafapastas. También han logrado crear un culto por la red que pierde el tiempo discutiendo si Anna Paquin es pésima, si es Sookie la pesada o si ambas son estupendas (¡claro que sí!). Pero el colmo es que, por odiada que sea la protagonista, la actriz ganó el Globo de Oro y encima sale con Stephen Moyer, su pareja en la ficción, dotando sus escenas de un morbo adicional. Y toda la estrategia promocional que fracasó de cara al estreno, la contrarrestó el entusiasmo de un público que no se pone de acuerdo en cómo se debe interpretar (si es que no está completamente vacía).


Y es que el eslogan que popularizó la cadena, it’s not TV, it’s HBO, sigue vigente. Lo que ha cambiado es su significado. Ahora están de vuelta de todo y no hay nada mejor que True Blood para simbolizar el cambio.

domingo, 14 de junio de 2009

Olivia Dunham y su ser o no ser

Esta crítica concierne a toda la primera temporada de Fringe pero no contiene spoilers.
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J. J. Abrams es, más que creador, empresario. Interpreta el público, descubre qué necesita y luego suscita el deseo. La nueva Star Trek es una muestra de este talento, ya que cogió el cacharro de la Enterprise, le sacó brillo a una saga marginal y desfasada, y logró el primer taquillazo del año en los Estados Unidos con una película que además era buena. Y esta revelación, juntamente con mi visionado de Monstruoso y el final de temporada de Fringe, me ha obligado a rectificar en cuanto al chico prodigio de Hollywood. Probablemente el desenlace de Alias será un trauma que no le perdonaré nunca, pero debo reconocer que también es el cabecilla de lo comercial de calidad y que ahora es su momento.

Cuando Fringe empezó, opté por otros conclusiones. El personaje de Olivia Dunham no arrancaba, con una capa de escarcha que la hacía inaccesible al público, los secundarios estaban desaprovechados (y tampoco se entendía exactamente qué pintaba Joshua Jackson) y la frialdad general no ayudaba a conectar con unos casos de estética cuidada pero que por otra parte dejaban totalmente indiferentes. Los apuntes hacia una trama seriada, además, no ayudaron a acercar al espectador, que podía asustarse ante la petulancia y seriedad con la que la serie se tomaba a si misma. Porque si algo también tiene Abrams es que se tiene en mucha consideración, aunque si el experimento no funciona, su figura repela un poco más.

Con la llegada del mid-season el fino velo de hielo se derritió y la calidez empezó a aflorar en los personajes. Se acercaron, los conocimos y pudimos apreciar sus matices, un poco más mundanos. Sus relaciones se definieron y supieron dotarlas de afecto: no hay compañero más entregado que Charlie, jefe más paternal que Broyles y aún estoy esperando a que exploten a la ayudante de Walter. Así los casos se pudieron disfrutar, al igual que la nueva filosofía de Fringe, aunque no tengo claro si necesitaba que la dejaran respirar o si es que tuvieron reflejos a la hora de corregir los errores.

Pero esta exitosa operación por humanizar a los personajes no se escapa de las garras autoreferenciales de J. J. y a su afición al reciclaje. Y es que pese a una dirección artística y un tono completamente distintos, Fringe ha pasado a ser la nueva versión de Alias. El co-creador y productor, cómo empresario que es (y no artista), puso todo su empeño en convertir, en la medida que le ha sido posible, a Olivia Dunham en Sydney Bristow. Si le funcionó la primera vez, porqué no la segunda.


La introducción de traumas infantiles, bajo unos propósitos muy similares, casi las convirtió en gemelas. Pero fue la llegada de la hermana y la sobrina de Olivia donde se dejó espacio a Olivia Dunham para respirar, a la vez que se apartaba un poco el estricto código profesional. Ellas no eran exactamente Francie y Will, con quienes Sydney podía ser una chica de su edad, pero sí el motivo de Olivia para sonreír al final del día. Y es en esas miradas hacia su familia donde Olivia pasó a ser un buen personaje porque el espectador, al igual que su hermana y su sobrina, debe apreciarla por quien es, además de lo que hace.

miércoles, 10 de junio de 2009

La revolución 2.0 de la ABC

Que el Grinch de Leno no nos robe el otoño. Hasta ahora hemos estado acostumbrados a tener el primetime de las cadenas generalistas dedicado de forma integral a la ficción y también a los realities. Pero con la llegada de Jay Leno a la última hora de máxima audiencia de la NBC, se puede pervertir la inercia televisiva estadounidense de maravillarnos con costosos productos. Es un quizás. Sin embargo, como la eficacia del Grinch aún está por comprobar, las nuevas programaciones llegarán más o menos cargadas de series noveles que apuntan maneras. A diferencia de esta temporada ya finalizada, tienen proyectos ambiciosos con ganas de marcar territorio.

Parece que la ABC quiere hacer su revolución televisiva 2.0, después de la promovida en el curso 2004-2005 con Perdidos, Mujeres Desesperadas y Anatomía de Grey. Y es que, de todas las series que se acercan, es imposible no parar atención, sobre todo, a la parrilla de esta cadena. Pretenciosa.

Flash Forward, el relevo de la isla
Une la filosofía televisiva de Perdidos con el culebrón más crudo y tendrás la serie de mis sueños. Y todo indica que Flash Forward lo será con un argumento de lo más seductor. La humanidad pierde la conciencia durante 2 minutos y 17 segundos y, al despertarse, el mundo está colapsado. ¿Lo más inquietante? Todos, durante el trance, han vivido un instante de un futuro cercano. Seis meses después. El por qué promete ser tan misterioso como los secretos de J.J. Abrams y, de mientras, relatarán cómo las vidas de los protagonistas se encaminan a un desenlace inevitable. Entre ellos estarán Joseph Fiennes y Sonya Walker (Penny en Perdidos). ¿A alguien no le ha atrapado la idea? ¿Serán el 2 y el 17 los herederos del 4, 8, 15, 16, 23, 42? Detrás de una buena idea, debe haber esperanza y en este caso hay mucha. Y para aquellos que se impacienten sólo de esperar, pasaros por el youtube donde hay multitud de vídeos para abrir boca. Aquí va el tráiler:




V, Juliet contra los reptiles
Mientras que para muchos el recuerdo de V es mítico y sigue intacto, para mí los secuaces de Diana son una sombra difuminada en mi memoria. Sólo recuerdo a esa femme fatale reptiliana zampándose un ratón. Sin embargo, es imposible sentir emoción al ver el tráiler que ya ha estrenado la ABC del remake que se estrenará en primavera. Y no tanto por lo que fue la serie (que según la mayoría ha envejecido fatal) sino por lo que será: un enfrentamiento psicológico y una guerra entre dos mundos. Un producto seriado y de impacto. Y los que sigan Perdidos, entenderán que si la magnética Elizabeth Mitchell es la protagonista, merecerá la pena darle una oportunidad (de oro). ¿Alguien pone en duda que sea capaz de cargar con el peso de una serie de tal envergadura?





Happy Town, un Arma Fatal yanqui
El tráiler es un poco contradictorio: presenta esta producción como el nuevo Twin Peaks y a la vez muestra unos formalismos poco acordes con la serie. Pero si me atrae no es por la vertiente gafapasta de David Lynch (al que crucé después de ver Inland Empire), sino más bien por su parecido a la fenomenal Arma Fatal (Hot Fuzz). Ambas proponen dos pueblos idílicos, con unos ciudadanos modélicos de bofetada y cuyas apariencias esconden los cadáveres de un enigmático asesino en serie. Además, como el film británico, parece que ofrecerá un híbrido entre comedia, thriller e intriga. Que tiemblen las desesperadas porque Wisteria Lane puede perder el título de vecindario con mayor índice de fiambres. Y las perfectas abuelitas que juegan a cartas en la promo, prometen. ¿Esconderán ellas también algún cadáver en el tercer piso?



lunes, 8 de junio de 2009

Un campus sin hierba

En los últimos años las fraternidades de las universidades americanas han sido prolíficas en dos aspectos: han proporcionado toneladas de cadáveres a las franquicias de CSI y han originado lamentables comedias como Sydney White o Una Conejita en el Campus (donde Anna Faris literalmente estrenó cara). Por lo tanto, al oler esa mezcla de hormonas y cerveza de barril, la primera reacción puede ser la de apagar el televisor.

Pero bajo la lupa de la cadena ABC Family, la realidad se transforma, ya sea para llevar a cabo una inquisición evangélica con The Secret Life of the American Teenager, infantilizar al Doctor Who en The Middleman o mezclar todos los géneros de ficción en Kyle XY. La atenta mirada de la conservadora Disney suaviza cualquier aspereza incómoda para la moral cristiana e intenta ofrecer productos juveniles que los padres puedan aprobar. Greek es una de ellas. Y pese a que la filosofía universitaria no concuerda con la de la cadena y que ambos elementos contextualizadores puedan asustar, esta vez la han clavado.

Para disfrutar de ella sólo son necesarios un par de requisitos: no tener miedo a entrar en un mundo postadolescente elitista donde las fraternidades Kappa Tau Gamma, Zeta Beta Zeta y Omega Chi Delta son el colmo del guayismo, y asumir que no hay críticas implícitas, visiones subversivas ni carne para Freud.

Es una comedia llana, positiva y plagada de clichés pero donde todos los lugares comunes son explotados de forma modélica. La accesibilidad, además, es ejemplar: se rebajan a la altura del espectador. Así, de la misma forma que se meten con El Gran Gatsby, también lo homenajean con una fiesta que emula los tiempos de la Ley Seca en uno de los episodios más brillantes, a la vez que más vacíos.

La mano moralizadora de Disney, sin embargo, está latente en todo momento gracias al hecho, por ejemplo, que no aparecen drogas (santo patrón de las series de adolescentes) y los rebeldes, aunque beban cerveza todo el día, no protagonizan ni una escena fumando hierba.

Es la versión blanca de las películas de toda la vida, con estudiantes, alcohol, sexo y resacas, pero sin las prostitutas, las pastillas y los condones falibles. Y la revelación es que, sin las groserías propias del género, entretiene y divierte.

(No obstante, esta inmersión en el plácido universo de la ABC Family también tiene un “pero”: juntar en un mismo plano la faceta gayfriendly y los guiños a la comunidad cristiana más sectaria chirría. Y es que el cariño que tiene el nerd religioso por parte de los guionistas, que lo miman y le dan grandiosos momentos, huele a rancio, más cuando en la anterior escena se replanteaba curar al homosexual.)

jueves, 4 de junio de 2009

Perdidos por encima de Dios y de la física

Ver Perdidos no es como ver cualquier otra serie de televisión. Y no hablo en términos cualitativos. Sencillamente es una experiencia distinta, algo que se evidencia al contrastar opiniones con cualquiera de sus seguidores (que no fanáticos). Perdidos requiere un ejercicio de inmersión en el que se abandonan todos los parámetros que rigen en las demás producciones y las reacciones pueden ir desde la adoración más absoluta hasta el desencanto propio de un despechado. En la primera temporada se mete bajo la piel y luego ya no hay quien te separe. Y por esta sensación de implicación personal, cuando tristemente soy sólo un espectador, no me siento capaz de ponerme firme y evaluar el resultado final de la quinta temporada, quizá también por el miedo a la conclusión.

Hay dos elementos, sobre todo, que me perturban. Uno es de cariz más formal y es el tono elegido a la hora de desarrollar los diecisiete episodios. A primeras, superaron cualquiera de mis expectativas al sacudirme con otro cambio de prisma a partir del cual contar la narración: en la primera conocimos a los personajes y vivimos con ellos el misterio; luego descendimos a los bajos fondos del ser humano; conocimos a los otros; después cambiaron las reglas del juego e introdujeron un factor temporal futuro; y este año han realizado otra pirueta con el tiempo que considero muy acertada.


Era la gran oportunidad de entregar unas cuantas respuestas a enigmas que se remontaban a tiempos casi ancestrales, algo que realmente han cumplido. ¿Pero soy el único que ha echado en falta intensidad a estas revelaciones? Las bofetadas del argumento, ya sean con preguntas o respuestas, siempre han sido el plato fuerte de Perdidos y muchas de ellas esta vez se han quedado a medias o han sido resueltas sin mucha atención o interés por mi parte. Le ha faltado brillo en lo que siempre ha sido su especialidad justo en un momento en el que era de lo más necesario. Y es que la dimensión de cada personaje ha sido, por primera vez, de lo más plana, sin ningún matiz por explorar ni reacciones que analizar. Cansancio.

La otra preocupación, en cambio, pasa por ser más conceptual y tiene que ver con la historia que finalmente nos habrán contado en la serie. Sin revelar ningún detalle de la temporada para aquellos que aún no la hayan visto, estoy aterrorizado por el camino que pueden haber emprendido, pese a que no se pueda dar nada por sentado. La isla cambia de rumbo cada cuatro episodios. Sin embargo, la dimensión mística (a mí parecer excesiva) que se ha elaborado en el tramo final puede cargarse todo este largo recorrido que ha vivido el espectador.

No es que tenga nada en contra de la ciencia ficción ni de esta visión divina, ya que está presente desde la tercera temporada en el argumento, pero el problema es que no puedo contemplar un final de Lost en el que los protagonistas no sean los personajes de la primera temporada. Algo que han dejado claro es que todos ellos jugarán un papel (porque sino por qué los escribieron con tanto esmero), pero el rol debe ser algo más que el de simples peones. Ellos, pese a su condición de perdidos, deben no sólo llevar las riendas de la acción y desenmascararnos un universo, sino que además deben cargar con todo el peso simbólico que vaya a aportar. Por decirlo de alguna manera, en el cuadro que nos van a presentar, ellos deben estar en el centro, con colores chillones y aureolas luminosas.

De todas formas, a 17 episodios de la conclusión, es pronto para realizar juicios cuando no hay nada claro. Seguro que quedan decenas de nuevos giros inesperados y una final catártico que nos dejará atónitos. Sólo espero que, sea cual sea, los héroes, causantes, afectados y perjudicados sean en esencia los pasajeros del vuelo Oceanic 815, porque entender la figura de Jacob puede ser muy intrigante, pero me atañen y conmueven mucho más Sawyer, Jack, Kate, Hurley, Claire, Sun y Jin. Que no se olviden que, por más leyes físicas que se inventen o dioses haya en el olimpo, la serie se llama Perdidos.