miércoles, 30 de julio de 2008

Justicia atraca en Catalunya (o más bien naufraga)

Victor Garber, Kerr Smith y Rebecca Mader. Tres rostros archiconocidos para aquellos aficionados a la televisión. Alias, Dawson Crece y Perdidos. De eso los conocemos, sí. Lo más extraño, pero, es que no tenía ni idea de que habían estado unidos en una misma serie. Ni el seco Jack Bristow, ni el simpático homosexual Jack McPhee, ni la enigmática Charlotte Lewis. Y es que resulta que todos ellos formaron el equipo de abogados de Jerry Bruckheimer en su serie llamada Justicia.

Ahora TV3 la ha estrenado. Sin saber de donde bajaba, los catalanes empezamos a encontrarnos los tráilers de esta serie de la que no había oído a hablar y cuyo elenco era, por lo menos, interesante (pese a que ya apunté en su momento que no podía con Garber). Este drama judicial, que se emitió en 2006, siguió con la mala suerte de su predecesora en parrilla, la también cancelada Vanished, y fue fulminada con tan sólo 14 episodios (de los cuales los dos últimos ni tan siquiera fueron emitidos en Estados Unidos).

Justicia es, por encima de todo, uno de los últimos proyectos televisivos de la factoría Bruckheimer. ¿Que qué quiere decir esto? Pues un montaje salvajemente adrenalínico (incluso más que en los CSI), personajes funcionales pero correctos (algo que sólo sucedía en Las Vegas) y nada de arcos argumentales perpetuos (lo del asesino de las miniaturas fue una excepción obligatoria después de tantos años de investigadores de escenas del crimen). ¿Y por qué? Porque este productor tiene claro qué es lo que se lleva y qué se necesita para llevar a buen puerto un proyecto. Que por desgracia Justicia no tuviera éxito es un misterio, pero el hombre sabe como encargarse de sus proyectos.

No es difícil de imaginar como debió gestar esta serie. “¿Podéis idear un CSI de abogados?” debió pedir a sus empleados. Seguramente de la misma forma en que pidió hace años que hicieran “una peli con muchos psicópatas dentro de un avión” (que tuvo como resultado la exitosa Con Air). Bruckheimer tiene claro lo que el público quiere y no escatima en recursos para conseguirlo. En Justicia se puede ver su efectividad una vez más.

Asimismo, después de ver el primer episodio emitido por TV3 puedo decir que hubo un enfoque nunca visto antes. La mercadotecnia que rodea el caso en cuestión, la contratación de jurados paralelos para valorar el avance del juicio y hacer las mejoras correspondientes o el consecuente seguimiento de los medios de comunicación fueron los hechos más remarcables. De hecho, por mi condición de periodista, es este último aspecto el que me pareció más ameno y que le otorgaba al producto el punto diferencial.

Hoy en día, con la experiencia del terrible asesinato de las niñas de Alcàsser, por ejemplo, es indiscutible mencionar la importancia de los distintos medios a la hora de contemplar un caso y un proceso judicial. Es necesario tener en cuenta estas variables puesto que no sólo importa la opinión del juez y de un jurado teóricamente imparciales, sino de la gente de la calle que valora todo cuanto oye y cuyo parecer puede poner en jaque la conciencia de los implicados a la hora de sentenciar a los acusados, las autoridades y los testimonios.

Por este factor y por el nervioso ritmo aplicado (que no deja descanso alguno al espectador), Justicia me ha parecido un muy refrescante estreno para este verano. No obstante, es un disgusto comprobar una vez más el infortunio que acompaña a esta producción después de ver el penoso 9’4% de share con el que debutó en TV3. Claro que tampoco se le puede achacar toda la culpa a la serie, puesto que, desafortunadamente, la cadena catalana tampoco es que aúpe sus programas al estrellato.

martes, 29 de julio de 2008

Xena: la princesa cylon

Todo personaje de televisión con éxito, marca. A veces, incluso de forma fatal. En su momento, cuando Xena: la princesa guerrera empezó a grabarse en 1995, era imposible que Lucy Lawless se hiciera una idea del icono que iba a crear. O quizás sí, puesto que su apellido artístico (había nacido como Lucille Francis Ryan) ya insinuaba un futuro lleno de connotaciones bélicas.

Todos sabíamos quien era Xena. Los grititos de guerra que daba, su eterna relación de amistad con su compañera Gabrielle, con quien siempre tuvo una innegable química lésbica frustrada, los ataques improbables (que ni en Tigre y Dragón), la barata mitología griega que profesaba, los acartonadísimos decorados... Estos elementos ayudaron, efectivamente, a que cualquiera la reconociera.

Ella era una mujer de armas tomar. Cualquiera que se cruzara en su camino con intenciones deshonestas, acababa recibiendo su merecido. Enmarcada en su mítico traje de latón, que resaltaba su robusta y fuerte figura, además de sus pechos casi al estilo de Madonna en su famoso tour de los 90, se convirtió en una estrella indiscutible de la televisión, eso sí, de serie B.

Además, pese al controvertido poco estilo de la serie producida por Sam Raimi, Xena la princesa guerrera gozó de un espíritu crítico-paródico que le permitió trascender a la cutrez reflejada. No se podía reírse de la serie, ya que al hacerlo, lo hacías con ella. Sólo hace falta mirarla ahora: Lawless actuando es prácticamente una declaración de principios. No solamente era una buena actriz, sino que asimilaba su rol sin aspirar al Emmy: personalmente, me parece que simplemente aprovechaba y se divertía.

Este doble filo con el que lidió fue lo que permitió a esta mujer, que la revista People calificó una vez como una de las 50 más bellas del mundo, ser un muy digno cameo: estaba demasiada encasillada para ejecutar cualquier otro papel. Fue así como apareció en Los Simpson donde, haciendo uso de su rasero crítico, dejó claro que ella no era Xena sino Lucy Lawless, una mujer aún más formidable (y con superpoderes).

Veronica Mars, Tarzan o Expediente X fueron otras ficciones en las que hizo sus ejercicios preparatorios para enfrentarse a su siguiente rol de relevancia en televisión: el de la cylon Número Tres de Battlestar Galactica. A primeras, como espectador creí que su aparición no pasaría de la mera anécdota, pero el tiempo la puso en su sitio.

Para empezar, Lawless fue la piedra angular que brindó la escena de la toalla, una de las más celebradas. Ese apretón de manos, con la consecuente casi-caída de toalla de Lee Adama (Jamie Bamber) se alzó como antológico. Sin embargo, más allá, con sus siguientes apariciones nos hemos encontrado con un personaje complejo y muy rico en matices.

Básicamente, esta cylon se encuentra en la disyuntiva de criticar la condición humana pero a la vez querer experimentar lo mismo que ellos, es decir, el amor. Así, formando un triángulo con las contradictorias Boomer y Cáprica Seis, Lawless ha hallado un personaje en el que encajar, lejos de las patadas de Xena. Interpretando a la "tostadora", su cara es un poema. Ella es, con sus dudas existenciales shakespearianas y su soberbia, Número Tres: la princesa cylon.

lunes, 28 de julio de 2008

Los extraterrestres son la clave (que se lo digan a Kyle)

Creer es la clave. Supongo que esta frase promocional que ha utilizado Chris Carter para promocionar la segunda película de Expediente X también se la tuvo que aplicar a él mismo. Tantos años después de que acabara la serie sobre sucesos paranormales: ¿queda alguien con sed de casos de Mulder y Scully? Hoy en día que parece que los espectadores se olviden de cada producto al cambiar de canal, esperar un buen rendimiento en taquilla supongo que se tratará de una cuestión de fe.

Lo más sorprendente, por lo que he leído, es que esta vez la película no incumbe a la invasión alienígena. Menuda decepción. Con las cartas sobre la mesa después de revelar la fecha apocalíptica al final del serial, ¿cómo es que no eligieron mostrar, de una vez por todas, la masiva llegada? Esperemos que, de funcionar esta nueva ración de X-Files, el 22 de diciembre de 2012 se estrene la última y fatal cruzada de estos agentes.

Paralelamente, por estas fechas también nos hemos reencontrado con las reposiciones de ese producto juvenil llamado Kyle XY. Recuerdo que, cuando el año pasado la descubrí, pensé que era un muy estimulante ejercicio para espectadores en edad del pavo. La asimilación cultural que hacía el protagonista fue un ejercicio antropológico muy bien elaborado que tenía unos cimentados fundamentos en la identidad de Kyle. Lástima que se equivocaron de camino y decidieron desestimar lo que hubiera sido su salvación: la opción alienígena.

Al revelar de donde procedía el chico sin ombligo, los guionistas no hicieron más que condenar al protagonista a la más aburrida de las indiferencias puesto que ¿a quién le importa un chico incubado bajo un cristal? La única diferencia entre él y cualquier otro es la mayor capacidad de él de usar el cerebro. Así que humano al fin y al cabo.

De esta manera mutilaron el agradable halo de misterio que rodeaba el producto e intentaron reemplazar la intrépida y curiosa visión de Kyle de la sociedad con inverosímiles conspiraciones tramadas por el hermano pequeño y algo cortito de El Fumador. Reitero que fue una lástima. A mí modo de parecer, me resulta incomprensible por qué no hicieron lo que debieron, o sea, descubrir a Kyle como a un extraterrestre y haber seguido con su mirada más "outsider" y poco terrenal. Con el tiempo me he dado cuenta que allí estaba la clave.

Desafortunadamente este no fue el caso y es hora que todo el mundo sepa que la cosa no tiene remedio. He llegado dolorosamente al final de la eterna y segunda temporada sólo para constatar que Kyle XY tuvo una muerte cerebral al término de la primera tanda. Y, en este mundo tan rematadamente humano, no se puede devolver la vida a los muertos. En el enigmático y rebuscado mundo de Mulder y Scully quizás sí.

jueves, 24 de julio de 2008

Dexter: Ni a la de tres

Llegamos a la recta final de Dexter, por lo menos, en televisión. Aquellos ya muy viciados habrán visto no sólo los episodios que faltan para terminar la primera temporada, sino también la segunda. Y yo, como no soporto que me critiquen por ver "tan sólo" un par, he conseguido adelantarme un poquito a Cuatro.

Con ello, lo único que puedo decir que no expresara es que Dexter en su recta final llega a su cima en cuanto a calidad. ¿El motivo? La serie resuelve un poco su falta de ritmo y afortunadamente se centra en el ice-track killer. Este es su mayor acierto: se acaban las preguntas del estilo ¿de qué va el capítulo? Aunque tampoco es cuestión de alzar los puños en señal de victoria: Dexter sigue torturando al espectador con sus pesadísimas reflexiones en off y los personajes continúan despertando la misma antipatía. Quien los creara era alguien con muy poco conocimiento del alma humana.

Además, que la cosa mejore en sus últimos episodios no significa que el final sea explosivo. Yo lo siento, pero la revelación ejecutada en el último tramo es irrisoria. ¿No estamos demasiado curtidos en este género como para que nos vengan con este royo visto ya mil veces y mejor ejecutado? Tuvieron 12 capítulos para desarrollar la historia y dejarnos algunas pistas. En cambio, lo dejaron para el final: será que no daba para mucho y ni tan siquiera se veían capaces de marear la perdiz.

Sin embargo, de todo lo que me inquieta con respecto a esta serie (y a la gente que pierde el tiempo mirándola y alabando sus muchas cualidades que aún no he identificado) es el notición de que la hermanísima va a protagonizar el remake de REC (algo que ya hace siglos que se sabe). Una cosa es que Jennifer Carpenter se dedique a estropear un poquito más esta serie sin ton ni son, y la otra es que lo haga con lo que fue una estimulante cinta de terror.

¿No podían dar unas cuantas clases de inglés avanzado a Manuela Velasco? Dejó el listó muy alto y, por lo visto en Dexter, la actuación de Carpenter podrá ser antológica y no en el mejor de los sentidos. Su retrato como policía roza la oligofrenia. Claro que quizás el error no fue suyo, sino de estos malos guionistas que no saben dibujar un buen personaje ni a la de tres.

martes, 22 de julio de 2008

Los bomberos machistas de Nueva York

No sé qué pensaría la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído, si viera Rescue Me. Seguramente resoplaría de satisfacción al comprobar que no se trata de ningún producto nacional. Tommy y sus compañeros de trabajo no es que sean precisamente verdugos de la violencia de género, pero en cada uno de sus actos y comentarios ayudan a estabilizar su imagen de machos. Para ellos no hay nada más viril que un buen par de puñetazos, objetivizar a las mujeres y coleccionarlas como trofeos, apostar acerca del tamaño de sus penes, y, en caso de estar emparejados, unos cuernos bien hechos.

Hay series que se dedican a dar ejemplo con la conducta de sus personajes. Hay otras que, como esta, dan ejemplo de lo que no debe ser. No sólo muestra el machismo recalcitrante de ese cuerpo de rescate sino que en todas las acciones hay algo que puede considerarse incorrecto. Asimismo, pese a la moral corrupta del semental protagonista, es difícil que caiga mal. Sin duda es un cabrón de cojones, pero también un tipo de lo más simpático.

Otra gran baza a la hora de retratar la faceta más machista de los protagonistas es la manera con la que abordan la homosexualidad. Quizás se llaman maricones los unos a los otros y se niegan a entrar en una fiesta gay, pero ¿hay alguna serie no temática donde la homosexualidad esté más latente?

El hiperrealismo del conjunto les permite tomarse estas licencias. Se pueden tomar el pelo acusándose de maricones los unos y los otros, porque en el fondo es una manera realista de reafirmarse en su virilidad (que para ellos no es muy compatible con la homosexualidad) y porque los guionistas saben sacarle tajada al asunto y volviéndolo contra ellos. Los bomberos se burlan de la homosexualidad, pero casi todos ellos deberán encararse a ella de un momento a otro.

Además, su manera de afrontarlo todo a base de golpes, insultos y pastillas no es más que otra forma de mostrar el patetismo y la incapacidad de salir adelante de algunos hombres básicos y arcaicos que buscan en este trabajo de fuerza tan duro su autorrealización. Ellos forman parte de la resaca del 11 de septiembre y, gracias a su carisma y sacrificio, nos vemos obligados a perdonarles algunos de sus defectos, como si de pacientes terminales se tratase.

El humor que los identifica, además, es tan cínico que tardé mucho tiempo en encontrarle el puntillo. Pero por algo escribo esta entrada: porque vale la pena. ¡Rescatad esta serie! Es tan dura y a la vez tan relativa, que cuesta entender la grandeza de su retorcido humor. Es drama y sobre todo comedia. Eso sí, mirándola, ninguna risa resulta pura.

viernes, 18 de julio de 2008

Vida Secreta de una Adolescente: El efecto Juno

The Secret Life of the American Teenager. Qué título más largo para contar la misma historia de siempre. Bueno, exactamente la misma quizás no, que antes no había existido Juno. Y es que entrando en el terreno de la especulación casi podría afirmar que la comedia de la temporada ayudó a que se diera luz verde a este proyecto, ya que de adolescentes embarazadas también va la cosa. Aun así, aparte de esto, esta nueva serie no es más que la revisitación al género de instituto llegando al súmum de los tópicos. Aquí vienen unos cuantos:

Amy, la chica mona pero sencilla, se queda encinta. ¿El padre? Ni más ni menos que el chulillo guaperas del colegio que tiene una inestable relación con la guarra del instituto que, sin disimulo, propaga a los cuatro vientos sus mil y una cualidades en la cama. Quizás por esta razón, el líder del equipo de fútbol se fija en ella ya que su encantadora novia, que prometió llegar virgen al matrimonio, debe cumplir sus votos. Y por el instituto también está el no-muy-agraciado pero majete chico que decide enamorarse de Amy, el consejero estudiantil, la hermana pequeña rebelde... o sea, más de lo mismo (y casi que elevado al cuadrado).

No obstante, que nadie piense que estamos ante otra serie de adolescentes. Al ser programada por ABC Family es de intuir que no se trata de un Gossip Girl menos pijo, ni tan siquiera de un One Tree Hill. Esto tiene mucho más de Disney y High School Musical, y esta circunstancia, por lo menos, es de agradecer en un aspecto: extrañamente los protagonistas aparentan tener la edad que les corresponde. Lástima que también tiene su contrapartida: por lo visto en los primeros episodios, no hay ni un ápice de acidez en todo el producto. Es una inocente mirada a los primeros pinitos en el sexo y va completamente dirigida a jovenzuelos colegiales. Asimismo, Amy no es Juno.

Shailene Woodley tampoco es Ellen Page. Su estática cara (incluso cuando se entera de su embarazo) es lo más flojo de esta serie sin sal que tiene en ella a una protagonista muy poco carismática. Además, incluso sorprende esta elección de cásting pues Woodley roza la anorexia (si no es que lo es). Será interesante ver como le sienta el embarazo y observar si consiguen hacer que esta actriz engorde un poco. Y es que, al verla, es difícil creer que pueda dar a luz a una criatura sana.

miércoles, 16 de julio de 2008

Los infames deudores de Los vigilantes de la playa

Por estas fechas, las televisiones se han visto plagadas de productos veraniegos acordes con las vacaciones estivales. La más clásica: Verano Azul. La más mítica: Los vigilantes de la playa. En este caso, además, la declaración de intenciones o fórmula se vendía sin disimulo: ofrecía sol, playa, mujeres neumáticas en bikini y hombres bastante cachillas. ¡ah, y no olvidemos el par de videoclips para lucir delanteras o abdominales!

Ahora, no obstante, al reencontrarnos con las reposiciones resulta increíble la fascinación infantil que suscitaban personajes como CJ (la conejita Pamela Anderson), Logan (esa especie de Tarzán con bañador) o Caroline. En su momento incluso se antojaban respetables para el público más inocente: de hecho, casi me llegué a creer que Anderson era una actriz en lugar de un objeto.

El éxito que cosechó, como era de prever, fundó una escuela televisiva de penoso renombre. Los ciclistas de Pacific Blue tuvieron en la estética de costa su mayor acercamiento a los vigilantes, aunque no se aprovecharan de los bikinis como arma para captar audiencia. Lo máximo que ofrecieron fueron los pantalones elásticos que vestían para dar caza a los malhechores y los brazos de Mario "Salvado-por-la-campana" López. Y es que a la hora de hablar de deudores, Acapulco H.E.A.T. se eleva como la triunfadora.

Quizás muchos no hayáis oído hablar de ella. Esta comedia de acción se centra en los casos que intentan resolver unos investigadores privados que se cubren las espaldas con una falsa agencia de modelos. ¿Qué ofrece? Insulsos argumentos, patéticos tiroteos, diálogos que atentan contra la inteligencia humana, y unas actrices ligeras de ropa que parecen los restos de un cásting para una película pornográfica. O sea, un cóctel imprescindible.

Curiosamente, a primeras no logró sobrevivir a la primera temporada, pero contra todo pronóstico regresó al cabo de dos años, en 1996, con un reparto renovado. Claro que tampoco consiguió renovar para otra temporada. Supongo que el motivo de su fracaso fue obvio: es mala con ganas. Aun así, justamente este motivo es el que me lleva a destinarle unos cuantos minutos de mi tiempo cada vez que me la encuentro por la televisión: es tan mala, que no le puedes quitar los ojos de encima; tan mala, que funciona mejor que una parodia.


Si algún día os la encontráis, dedicadle también un ratito de vuestra vida. Y es que cada episodio tiene el mérito de sorprender: desde secuestros en que las víctimas pueden pasearse por el complejo del narcotraficante de turno, hasta concursos de bikinis o actrices porno sospechosas de asesinato. Ni los vigilantes de la playa daban tanto.

lunes, 14 de julio de 2008

Pilotos USA: Raising the bar, amigos & abogados

El género judicial nunca falla. Ahora que Shark ha sido cancelada y ha desaparecido de la parrilla, y que Boston Legal parece tener los días contados (sus últimas audiencias no fueron muy alentadoras), era de esperar que llegara otra tanda de abogados para paliar el vacío muy mal cubierto por Eli Stone. Así llega de la mano de la cadena de pago TNT, responsable de la grandiosa The Closer, Raising the bar, que traducida sería algo así como "elevando el listón".

A tenor del piloto ya disponible en internet se puede decir que, por lo menos, los responsables de este nuevo drama judicial tienen buen gusto musical (ahí está el Life is Beautiful de Vega 4 del que ya hablé). Sin embargo, todos aquellos que crean que con Ally McBeal y El Abogado se acabaron las grandes series de letrados, no se sorprenderán.

Desde la universidad, el idealista Jerry y sus buenos amigos han ido encontrado sus respectivos caminos en el mundo del derecho: abogado defensor, fiscal, ayudante del juez... No obstante, cuando llega la hora de ir a los juzgados deben enfrentarse a la delgada línea que separa la amistad de la profesionalidad, su deber como abogados de su ética como personas, y deben saber descifrar cuando toca ayudar al prójimo y cuando no.

Pese a la decente premisa argumental, no se puede decir que nos hallemos ante un ambicioso producto que exhale algún tipo de entidad en sus primeros cuarenta minutos. El ritmo del episodio viene marcado a partir del caso del protagonista (Mark-Paul "Salvado-por-la-campana" Gosselaar), un abogado defensor que tiene que lidiar con una juez muy peculiar e intransigente.

Esto incluye, cómo no, largas exposiciones finales (en un intento de emular a El Abogado) y discusiones con la estúpida juez encarnada por Jane "Malcolm" Kaczmarek (en un intento de recrear un personaje curioso a lo McBeal). Lástima que los guionistas no sepan retratar al protagonista como a un buen defensor de las causas perdidas y acabe siendo un irritante idealista con malos modales.

A consecuencia de este otro intento fallido, dejan en la estacada a los demás personajes que no pasan de ser "el pijo" o "la guapa", algo que no se entiende si se analiza el final del episodio, que intenta retratar la faceta más humana de todos y cada uno de ellos. ¿Estamos ante una serie de casos o de personas? Para esto necesitaremos más que un episodio de Raising the bar para comprobarlo. Y, en realidad, no es ninguna mala noticia puesto que quizás será una serie bastante mediocre (que nunca se sabe), pero entretenida. Además, creo firmemente que puede dar una grata sorpresa si consigue desarrollar a los demás personajes y dotarlos de una personalidad atractiva.

sábado, 12 de julio de 2008

Pilotos USA: Do not disturb, a por el espíritu de la sitcom

La negra jefa de recursos humanos es chillona, prepotente y mueve la cabeza de lado a lado. El jefe blanco, un estirado superficial. La gorda es bondadosa y discriminada por su talla extra grande. La guapa esquelética, una arpía perezosa. El gay discute sobre cortinas aún más gays. El guapete de cara es ultracorto de luces. ¿Son posibles más tópicos?

Do not disturb (de título provisional), que llegará a la parrilla estadounidense en otoño, pretende recuperar el espíritu de las sitcoms de antaño. Un par o tres de decorados, escenas corales y fluidas, y muchas risas del público en esta comedia sobre los trabajadores de un hotel. ¿El resultado? Alguna buena frase rodeada de ordinariez, porque ordinarios son los actores, los personajes y unos decorados de tan mal gusto que ni remotamente cumplen con la función de ambientar al espectador en un hotel de categoría.

No obstante, no puedo pasar por alto gags ciertamente divertidos, como ver a la guapa y casi anoréxica recepcionista (la mejor del piloto) decir que es “un animal” por querer comer un chupachup entre horas; o quejarse de la mujer china que limpia las habitaciones y proponer que “si ella no puede limpiar, estoy segura de que habrá 11 personas en su apartamento que sí que pueden”; o al también guapo botones diciendo que no sabe deducir qué edad tienen los negros. Claro que aparte de los chistes superficiales, xenófobos y racistas, la producción está confeccionada de forma tan vulgar que casi echa para atrás.

El caso O’Connell


La inclusión en el reparto de Jerry O’Connell, además, es uno de los elementos más turbadores de la sitcom. Su vis cómica es un insulto al gremio y una excusa para negarse a ver cualquier producto donde aparezca. Incluso en una serie con el listón tan bajo como Las Vegas demostró su “habilidad” para erigirse como lo peor de la función. Qué lastre de hombre.

jueves, 10 de julio de 2008

Battlestar Galactica: Un juego de actualidad y política

El presidente de los Estados Unidos George W. Bush suavizó el mensaje cuando llegó a la Casa Blanca. Las continuas referencias religiosas y la palabra de Dios no dejaron de aparecer en su discurso, pero abandonó sus historias sobre cómo Dios le encargó que llevara al país hacia el buen camino y combatiera el eje del mal. Al revés le sucedió a Laura Roslin. Ella llegó a la presidencia de las Doce Colonias con unas moderadas convicciones religiosas y un seguido de visiones la convencieron de que era la elegida de los Dioses de Kobol para dirigir a su gente hacia la salvación.

Por supuesto que, por lo menos en Europa, es imposible creerse el neomesianismo de Bush, de la misma manera que parece increíble que la interpretación de las escrituras en el mundo musulmán sirva de excusa para expandir el odio y guiar la política de dentro del país y también internacional. En cambio, es inevitable creerse a Roslin (también gracias a la maravillosa interpretación de Mary McDonnell).

Y es que, una de las grandezas de Battlestar Galactica, es el compromiso en el que introduce al espectador; vive de forma muy cercana manifestaciones políticas actuales: tanto las teóricamente legítimas, como las atroces. Así lo sitúa en una posición difícil ya que ve como apoya en una ficción unos principios que en realidad se hacen de lo más distantes e injustificables.

El trato a los presos rivales es uno de los dilemas. Sin juicios y sin ningún respeto por los derechos humanos, la nave Galactica es capaz de expulsar por la escotilla cualquier cylon indefenso. La excusa: es una máquina. ¿Acaso no es completamente reprobable matar a alguien por su simple condición de ser? ¿Y las torturas inflingidas a la Número Seis del Pegasus no tiene su razón de ser en Guantánamo y en el comportamiento con los cautivos en países antidemocráticos?

Otra argucia guionística de rápido referente español (aunque seguro que no intencionado) es la forma en la que los humanos deben combatir la dictadura cylon de la tercera temporada. ¿La insurgencia no tiene su parecido con los inicios de ETA, o sea, una banda armada que intenta cargarse los cimientos de la dictadura franquista? La ficción, a la hora de mover sus fichas puede ser tramposa. ¿Y la inmolación de un compañero para servir al fin común no tiene su parecido al terrorismo islámico? De hecho, pocas escenas tan duras se han visto en Battlestar Galactica como el provocado por un insurgente que se sacrifica por la causa y mata a decenas de humanos cómplices de los cylons.

Sin embargo, las diatribas no solamente conciernen a las relaciones entre humanos y cylons, sino que tiene una de sus mejores bazas en la política de las Doce Colonias de Kobol. Nunca había visto una serie que mostrara la oscilante balanza en la que se encuentra la democracia (y que nosotros damos por hecha) gracias a los chantajes del terrorista Tom Zarek, al enfrentamiento en tiempos de guerra entre el débil gobierno de Roslin y el engreído ejército de Adama, que acaba dando un golpe de Estado, al papel de los derechos individuales en tan difíciles momentos (¿se debe poder abortar cuando el número de personas desciende día tras día?) o la difícil decisión a la que se encara Roslin.

A finales de la segunda temporada, cuando Gaius Baltar entra en las elecciones con fines egoístas y argumentos completamente populistas, la decisión de Roslin de amañar las elecciones nos obliga a posicionarnos otra vez. ¿Qué es mejor: una democracia estúpida que pretende satisfacer las exigencias inmediatas de las personas, aunque sean claramente erróneas, o una pseudodemocracia más intelectual y que busca la supervivencia de la raza humana?

Esta, junto con todas las demás cuestiones, es lo que ofrece esta serie que es más, mucho más, que disputas entre humanos y robots perdidos por el espacio. Battlestar Galactica es un reflejo tan lejano de la realidad que ni nos damos cuenta de los maquiavélicos juegos a los que nos somete.

martes, 8 de julio de 2008

Pilotos USA: True Blood, el desconcertante brebaje de Alan Ball

El desconcierto se cierna sobre True Blood. El piloto es tan extraño que es imposible discernir si hay algo detrás de tantas expectativas. Es difícil distinguir si será una gran serie o un despropósito mayúsculo. Y es que la introducción a la serie es de todo menos convencional.

Esto es una nueva ficción de vampiros. Viven en una aparente tranquilidad (nada de anonimatos como en Buffy o Moonlight) y parecen haber encontrado un método perfecto para la integración: en este reformulado mundo se ha creado una sangre sintética que puede saciar sus necesidades nutritivas. Claro que, según lo visto, la serie tiene mucho más acerca de humanos y sobre todo acerca de humanos peores que vampiros, de sangres psicotrópicas y también de una camarera que tiene poderes telepáticos y que puede leer la mente a todos menos a un misterioso chupasangre. Algo completamente desconcertante.


Tampoco queda claro qué lleva las riendas del episodio. Aparte de la camarera, los demás personajes se presentan de forma muy irregular. ¿Todo esto formará parte de una genialidad o de algo fallido? Mientras, el guionista y director Alan Ball (responsable de los guiones de A dos metros bajo tierra y American Beauty) y el hecho que se trata de una serie HBO (Los Soprano, Deadwood, Sexo en Nueva York) ayudan a alimentar las esperanzas de que se tratará de algo soberbio.

El problema, que no necesariamente lo es, es que la realización y el guión tratan a esta serie como cualquier otra. Presentan algunos personajes y algunas tramas como si fuera un producto ordinario (factor en el que reside parte de su atractivo). Y no. Por lo que se ha dejado entrever, nos encontramos ante un nuevo mundo, muy parecido al nuestro, pero distinto. Vampiros, sexo duro, insólitos personajes (el cocinero gay que viste falda es un buen ejemplar), la curiosa habilidad de la protagonista (esa adorable y acertadísima Anna Paquin), la bebida llamada Tru Blood y un (¿innecesario?) asesinato son elementos suficientes para quedarse patidifuso.

Sin embargo, yo apuesto a que valdrá la pena. Alan Ball nos ha servido un enigmático brebaje de trepidante arranque (la situacional primera escena es magnífica) que mezcla comedia, diálogos paranoicos e inconexos (de la mano de la amiga que trabaja en el hipermercado), planos inquietantes (tela con el sexo de tintes sadomasoquistas y vampiriles), un retrato tradicional de algo tan poco normal y toques tan cutres que tienen que estar hechos adrede.

Ahora es básicamente chocante. De hecho, no se puede descartar que sea un descalabro, que no sea más que un despropósito que no haya encontrado el ritmo y cuyos personajes no pasen de una caricatura estúpida; que resulte que el inconstante metraje sea un error. No obstante, yo tengo la intuición o esperanza que quizás (y remarco el ‘quizás’) estamos delante de algo grande, de una invención social muy elaborada de la que necesitaremos unos cuantos episodios para concretar cómo es este nuevo mundo. Por el momento, es el proyecto más interesante, curioso y arriesgado de cuantos acechan para la temporada que viene.

Ilustrando este artículo, hay un par de ejemplos del márketing viral al que tanto nos están acostumbrando las nuevas series americanas.

lunes, 7 de julio de 2008

¡Paso de ti! La gran verdad de Jason Segel

Jason Segel no se ha pasado al cine. Que a nadie le engañe esta nueva película que llegó a los cines la semana pasada titulada, con muy mal gusto, ¡Paso de ti! (Forgetting Sarah Marshall). Pasa por taquilla, sí. Es la nueva del presunto mesías de la comedia, el productor Judd Apatow, sí. Pero por encima de todas estas afirmaciones, nos encontramos ante una carta de amor a la televisión por parte del propio Segel, protagonista y escritor de este ejercicio de veneración a la pequeña pantalla.

Algunos lo conocerán por ser Marshall Eriksen en
Cómo conocí a vuestra madre. Tres temporadas ya lleva delante del reparto de esta sitcom y, por lo que se puede ver, muy prendado ha quedado de todo este mundillo. Tanto, que no ha podido separarse ni un segundo de él a la hora de escribir su ópera prima. Toda ella está plagada de referencias tanto visuales como verbales a esta caja tonta que tanto adoramos. Para empezar, el personaje que se ha reservado es el compositor de una serie de televisión al estilo CSI que se exaspera cuando su novia, la protagonista del drama policial, le deja por otro.

Si habeis echado un vistazo al tráiler, ya sabréis quien es la femme fatale que le rompe el corazón:
Kristen Bell, también conocida como Veronica Mars (y con menos suerte como la Elle de Héroes). Y no es la única archiconocida gracias a la televisión. La otra mujer con la que intenta olvidar a la Sarah Marshall del título original es Mila Kunis, una chica tan guapa que es extraño que no la hayamos visto antes. Y es que, ironías de la vida, ella es la voz de Meg, la marginada, existencialista y poco agraciada hija de Padre de familia.

Asimismo, a modo de secundarios también se puede ver a
Paul Rudd, fetiche de Apatow y marido de Pheobe en Friends; Jack McBrayer, ese surrealista Kenneth de Rockefeller Plaza (haciendo un papel casi calcado); a una revelación muy soez, el presentador Russell Brand de los debates de Big Brother; a dos representantes del mítico programa de entretenimiento Saturday Night Live, Bill Hader y Liz Cackowski en unas actuaciones vía webcam; y en menor medida, casi a modo de cameo, William Baldwin (ahora el mayor de los Darling en Sexy Money) y al recuperado Jason Bateman de Arrested Development, que ha renacido desde su intervención en la joya de la temporada pasada Juno.

Baldwin, además, se encarga de interpretar a la versión verde y barriobajera de Horatio en la serie a la que pone música el protagonista. Las referencias a esta ficción (dentro de la ficción) son la parte más visible de este discurso metatelevisivo que incluye puñaladas traperas a Sexo en Nueva York, que Segel se reserva para él mismo, y reverencias a Los Soprano.

Así, anécdota tras anécdota, ¡Paso de ti! se configura como un ejercicio para descubrir la recóndita curiosidad seriéfila, la última de las cuales se esconde (¡atención!) al acabar el filme: un falso tráiler de la NBC llamado Animal Instinct y que incluso parece peor que Entre Fantasmas.


Sin embargo, en este discurso más formal que profundo también se oculta una gran verdad (por lo menos para Segel, que fue quien la escribió): quien crea que los actores eligen la televisión por la calidad que se le asume, en parte se equivoca. La televisión, en realidad, no es más que un buen seguro de vida para aquellos que no se atreven a correr suerte en el mundo del cine (o cuya suerte ya ha caducado). Un taquillazo garantiza un par de contratos más, pero un pelotazo en televisión significa años de seguridad económica. Y hasta los actores se tienen que preocupar por problemas tan mundanos como el paro.

jueves, 3 de julio de 2008

De curiosidades: Perdido en Fringe

El avión del principio era demasiado sospechoso. ¿Es posible comenzar dos series con algún tipo de catástrofe aérea por casualidad? Estadísticamente diría que no.

J. J. Abrams seguro que tuvo muy claro por qué empezar Fringe con un incidente en un avión. Le debió ser imposible ignorar los 18'6 millones de personas que siguieron el estreno de Perdidos hace ya cuatro años. Es un target demasiado apetecible y si con una referencia a su último blockbuster televisivo puede atraer parte de esta audiencia, estaremos ante otro éxito. Las similitudes, sin embargo, no acaban aquí.

Quien viera los créditos quizás tuvo un pequeño déjà vu con la serie ambientada en una isla del Pacífico. No son sobre un fondo negro. Palabras como 'teletransportación', 'ciencia', 'psicokinesis' o 'inteligencia artificial' irrumpen antes en el plano para difuminarse y dejar espacio a 'FRINGE'. Aun así, la tipología es demasiado parecida (e impersonal) como para no recordar a las míticas de LOST (aunque quizás en las fotografías no se aprecie); impresión que se acentúa a lo largo del episodio, cuando indican con letras situadas en medio de la geografía donde se emplaza la acción (al estilo Heroes).

Casualmente, cuando llegan al Aeropuerto Logan de Boston, las palabras se sitúan delante de la carretera y se acercan a la cámara otra vez sospechosamente. ¿Pura coincidencia que la pantalla se coma la palabra bOSTon por el medio como hacen los créditos del anterior drama (LOST)?

Por mi parte, también debo asumir el posible grado de paranoia con el que vi este nuevo proyecto. Después de cuatro años de interrogantes sin respuestas y de posibles falsas pistas hasta en la sopa, me cuesta acostumbrarme al hecho que no todo contiene un significado oculto (y quizás resultará que Locke se llama así por pura chiripa y Rosseau o Hume por la misma razón).

La música, además, ayudó a alimentar mi paranoia. Al principio tiene su propia entidad (con ecos a la magnífica banda sonora de Michael Giacchino, sobre todo en los momentos de máxima tensión). Luego, pasa a ser directamente la de un episodio de Perdidos. Y que conste que por ahora estoy en mi sano juicio. Es más, incluso he buscado en imdb el nombre del actor que encarna al jefe de Dunham en Fringe. Se llama Lance Reddick. Y me alivió ver que no había tenido ningún tipo de alucinación: es el mismo e inquietante hombre que se dedica a 'aconsejar' a los Oceanic Six. Seguro que este tipo quería un contrato fijo en una serie y aquí lo encontró, pero es otro pequeño maltrato psicológico a todos aquellos que ya lo hemos visto intimidando, por ejemplo, a Hurley.

Si no fuera porque Perdidos está en la cadena americana ABC y Fringe estará en la FOX, apostaría lo que fuera a que nos hacen un cross-over. Por suerte, no podrán. Y es que no sorprendería a nadie que Massive Dynamics fuera una filial de alguna empresa de Charles Widmore; que el papel de Lance Reddick fuera el mismo en ambas series, o que le encargaran a la agente Olivia Dunham que encontrara los restos del vuelo Oceanic 815 (además de la isla).

El colmo

A pesar de todo lo dicho, la curiosidad más freaky entre ambas series es que las dos albergan a un habitante de la Tierra Media de El Señor de los Anillos. Mientras que Perdidos tenía entre sus filas a uno de los amigos de Frodo Bolsón, Merry (Dominic Monaghan, el ionqui de Charlie), en Fringe el Mad Doctor Bishop es John Noble, el Senescal Regente de Gondor y padre de Boromir y Faramir.

Una campaña muy 'J.J.'

Con Perdidos descubrió el poder de la red. Por una parte le roba espectadores cuando se emite por televisión en los otros países, por la otra hace de la serie una de las más seguidas y con más especulaciones del mundo (¿cuántas teorías hemos leído?). Después apostó por una publicidad anodina con la creación de anuncios y de la página web de la ficticia compañía aérea Oceanic. Y luego llegó el efecto Cloverfield (Monstruoso), cuya campaña se basó en el efecto viral. El extraño tráiler que se emitió (sin título) en los Estados Unidos en verano antes del estreno en enero provocó multitud de cuestiones. Incluso los medios de comunicación se apuntaron al movimiento que intentaba descifrar de qué se trataría (algunos periódicos apuntaron que la película estaría relacionada con Perdidos).

Ahora, en cambio, con Fringe lo ha tenido mucho más fácil. La masa de fans que cosecha Abrams le permiten tener publicidad gratuita por la red. Media blogosfera ya ha comentado el piloto (que se filtró misteriosamente). Hay páginas no oficiales antes de que se estrene. ¿Para qué molestarse cuando ya lo tienes todo montado? Aun así, la FOX ya ha empezado a diseñar la web oficial (mientras muy poco completa), pero que tiene un guiño bastante gracioso acerca de la serie. A veces, al pulsar sobre el c
entro de la página te guía hasta un vídeo en youtube sobre un hecho curioso (que es de lo que trata la serie): una grabación sobre un hombre con 12 dedos. Sin embargo, si quereis un análisis más elaborado sobre el tema, las chicas ByTheWay han colgado un texto de interés.



Y otra de música

Dejando a los pasajeros del vuelo Oceanic tranquilos, en Fringe tuve la grata sorpresa de reencontrarme con una pieza musical preciosa que es de lo mejor que haya oido en el cine. Se trata de 'The Surface of The Sun', también conocida como 'Icarus II Separation', de la película Sunshine de Danny Boyle. Esta canción, compuesta por John Murphy (autor de las sobresalientes 28 días después y su secuela 28 semanas después), nunca fue editada en ningún CD por culpa del escaso éxito en taquilla de la película, motivo de más por el que me extrañó esta inesperada elección.

Aquellos interesados en escuchar la canción (si es que han visto Sunshine) deberán conformarse con las grabaciones sacadas del propio filme que algunos fans editaron. Hay una de espectacular y completamente depurada (sin los efectos de sonido de la nave espacial), pero personalmente me quedo con la sucia, en la que se oyen los jadeos y gritos de Cillian Murphy. Para aquellos seriéfilos que logren escucharla, la dulce voz que recita las palabras de 'The Surface of The Sun' no es otra que la de la estupenda Rose Byrne, ahora conocida por encarnar a Ellen Parsons en Daños y perjuicios (Damages).

martes, 1 de julio de 2008

Pilotos USA: J.J. Abrams vuelve a dar en el clavo con Fringe

J. J. Abrams creó Alias y Perdidos: dos razones de peso para que este hombre se haya erigido como el nuevo Rey Midas de la televisión. Desde entonces, cada producto en el que mete mano lleva su nombre escrito en cualquier tipo de promoción (incluso bodrios como Seis Grados o ¿Qué hacemos con Brian?). Ahora, mientras está en la fase de posproducción de la nueva película de Star Trek que ha dirigido (y que parece que va a alimentar su estatus de culto y también su ego) tenemos en la despensa el piloto de lo que va a ser uno de los estrenos más esperados de la temporada de otoño y que él ha escrito: Fringe.

Quizás Abrams no será tan bueno como algunos piensan (personalmente tengo serias dudas a tenor de su irregular trayectoria), pero de inteligencia va sobrado. Esta nueva serie es otra muestra de su muy rentable genio. De hecho, es una descarada declaración de intenciones: Fringe pretende ser la sucesora de Expediente X (por más que el productor ejecutivo Jeff Pinkner se esfuerce en negarlo y decir que se acerca más a La zona muerta o La mosca)Extraterrestres quizás no tendrá (que nunca se sabe), pero sí fenómenos paranormales e inexplicables realizados por macrocorporaciones éticamente reprobables en un ambiente frío.

Etimológicamente, fringe significa borde. Conceptualmente, se refiere a la estrecha línea que separa la fe de la ciencia. En ella, la agente del FBI Olivia Dunham (una desconocida Anna Torv) descubrirá a marchas forzadas que hay cosas que escapan de su conocimiento y de su entendimiento cuando su novio se contagie de una extraña sustancia química que lo convierte en gelatinoso y transparente. Con la ayuda de un doctor loco (literalmente) y del hijo de este capaz de controlarle (Joshua Jackson, desaparecido desde Dawson Crece) intentarán descubrir quienes son los responsables de hechos tan insólitos como niños que no envejecen o terremotos provocados.

Con respecto a la calidad de esta nueva creación de Abrams, si no fuera por el desolador panorama televisivo me atrevería a decir que nos encontramos ante su nuevo buque insignia (como ya lo son Alias o Perdidos). Y es que los primeros ochenta minutos de Fringe prometen ofrecernos una serie sobria, bien realizada, efectiva, de reparto competente y que gustará a todos aquellos que adoren los enigmas que siembra este señor en sus productos (en Alias siempre relacionados con Rambaldi, en Perdidos lo era directamente todo).

La única incógnita que queda por descifrar es como condensarán los casos después de este piloto. ¿Cambiará el tono de la serie al pasarla al formato de los cuarenta minutos? ¿Será una especie de David contra Goliat, la agente Dunham contra la macrocorporación? ¿O esta organización ocupará un segundo plano siempre latente como ocurría en Expediente X? Algunas preguntas que espero con muchas ganas que me respondan dentro de dos meses porque, a primeras, parece que J. J. Abrams ha vuelto a dar en el clavo.