
Ahora TV3 la ha estrenado. Sin saber de donde bajaba, los catalanes empezamos a encontrarnos los tráilers de esta serie de la que no había oído a hablar y cuyo elenco era, por lo menos, interesante (pese a que ya apunté en su momento que no podía con Garber). Este drama judicial, que se emitió en 2006, siguió con la mala suerte de su predecesora en parrilla, la también cancelada Vanished, y fue fulminada con tan sólo 14 episodios (de los cuales los dos últimos ni tan siquiera fueron emitidos en Estados Unidos).
Justicia es, por encima de todo, uno de los últimos proyectos televisivos de la factoría Bruckheimer. ¿Que qué quiere decir esto? Pues un montaje salvajemente adrenalínico (incluso más que en los CSI), personajes funcionales pero correctos (algo que sólo sucedía en Las Vegas) y nada de arcos argumentales perpetuos (lo del asesino de las miniaturas fue una excepción obligatoria después de tantos años de investigadores de escenas del crimen). ¿Y por qué? Porque este productor tiene claro qué es lo que se lleva y qué se necesita para llevar a buen puerto un proyecto. Que por desgracia Justicia no tuviera éxito es un misterio, pero el hombre sabe como encargarse de sus proyectos.
No es difícil de imaginar como debió gestar esta serie. “¿Podéis idear un CSI de abogados?” debió pedir a sus empleados. Seguramente de la misma forma en que pidió hace años que hicieran “una peli con muchos psicópatas dentro de un avión” (que tuvo como resultado la exitosa Con Air). Bruckheimer tiene claro lo que el público quiere y no escatima en recursos para conseguirlo. En Justicia se puede ver su efectividad una vez más.

Hoy en día, con la experiencia del terrible asesinato de las niñas de Alcàsser, por ejemplo, es indiscutible mencionar la importancia de los distintos medios a la hora de contemplar un caso y un proceso judicial. Es necesario tener en cuenta estas variables puesto que no sólo importa la opinión del juez y de un jurado teóricamente imparciales, sino de la gente de la calle que valora todo cuanto oye y cuyo parecer puede poner en jaque la conciencia de los implicados a la hora de sentenciar a los acusados, las autoridades y los testimonios.