Lo que nunca ocurrió

Esta entrada es una opinión acerca del final de la tercera temporada de Fringe, así que tiene spoilers a cascoporro. Estás avisado.

Hace tres días que se emitió el último episodio de Fringe en Estados Unidos y ya siento que llego tarde. Tanta es la impaciencia de todos, que ya son unos cuantos quienes han colgado sus impresiones sobre la season finale de esta serie que nos ha tenido en ascuas toda la temporada por varios motivos: la duplicidad de Olivia, los periplos personales de todos ellos y las terribles audiencias que parecían vaticinar una posible cancelación, algo que al final no ocurrió. Por esto acabaré, puesto que mucho ya se ha dicho, por lo que hubiera querido que fuera y no fue, una actividad poco proactiva y que ya condenó MacGuffin hace poco (y con la que estoy muy de acuerdo, pero allá voy).

El viaje al futuro de ‘The Day We Died’, en un 2026 que ocurrió para dejar de existir, fue la excusa para que viéramos con nuestros propios ojos lo que significaba el fin del mundo del que tanto habían hablado los dos Walters durante la serie. Un interesante ejercicio que otras series ya han llevado a cabo y muchas veces con fatídicos resultados, porque el “never happened” resolutivo (que en realidad sí pasó y que podríamos aplicar al mismo Peter) suele dar la sensación de curiosidad y nada más. Por esto me daba miedo la season finale. Quería que fuera más allá, algo que hizo a medias. La llegada de Peter a esa tierra futura, que rápidamente se olvidó de su condición de viajero en el tiempo (¿es que lo era o no?), fue tan anecdótica que tuve la impresión que podía dar más de sí.

Fringe ha tenido a lo largo de su trayectoria dos tramos definitorios y elevados por encima de la media: la recta final de la segunda temporada, que puso la directa para acabar llevándonos al universo alternativo, y el primer tramo de la tercera, con los juegos de las dos Olivias, uno de los arcos más estimulantes de los últimos años. Ambos tenían en común que estaban planeados a un nivel personal y muy emocional, jugando primero con la decepción de Peter, el potencial de Olivia y el amor entre ambos, y después con la incapacidad de nuestra Olivia de reencontrarse a si misma (y su mundo) mientras BOlivia se trajinaba a un Peter engañado. Existían las piezas de la máquina de ‘the first people’, pero estaban en un plano secundario y los casos se sucedían. Por encima estaban nuestros personajes y no al revés.

Por esto, tras ver el clímax al que llegamos a partir del viaje de Peter, me quedé con la sensación que podría haber dado más de sí, que hasta nos podrían haber brindado un tramo parecido al del inicio de temporada pero con los personajes en un futuro inevitable (y un Peter perdido en su conciencia futura). Al fin y al cabo, en cuarenta minutos todo quedó un tanto atropellado. La voluntad de mezclar guiños a la primera temporada (la aparición de Walter, que demostró hasta qué punto ha avanzado la relación paternofilial), anécdotas como la aparición de Elle, la villanización suprema de Walternate (jamás olvidaremos que se cargó a Olivia) y un caso que casi que estaba de más (tras varios episodios sin ellos, en la finale sí). De este modo tendría una mejor disposición a aceptar los giros que ha integrado Fringe en la segunda mitad de temporada, un tanto randoms y por encima de nuestros personajes (sé que somos unos cuantos que pensamos en Rambaldi cada vez que vemos la máquina).

La conclusión, sin embargo, ha sido un game-changer inevitable y que me ha entusiasmado, puesto que era el paso natural que debía dar el argumento. Ese puente para que las dos civilizaciones puedan pactar algún tipo de tregua da muy buenas vibraciones, sobre todo tras las miradas llenas de odio entre los Walters y las mucho más inquietantes entre las Olivias, que saben cómo ocultar sus intenciones. Lo que me niego es a dar algún tipo de opinión acerca de la desaparición de Peter, ya que no sabremos sus consecuencias hasta septiembre y, para conjeturar, prefiero callar. Yo con las paradojas no me meto, que bastante tengo con entenderlas (que difícilmente ocurre).